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Para muchos la crisis financiera del 2008 represento la puesta en cuestión de la eficiencia de los mercados, la vuelta a la intervención pública en la economía y el papel del Estado en el sistema financiero cuya liberalización global había dominado los años 90 del pasado siglo. La llamada revolución conservadora de Thacher y Reagan, veinte años antes, había apostado por reducir el intervencionismo, privatizar y liberalizar, basándose en la eficiencia del mercado y ahora había demasiados platos rotos.

Socialdemócratas europeos de la talla de Gordon Brown o de Dominique Strauss-Khan protagonizaron la respuesta del G20 , apostando por una expansión fiscal protagonizada por Chinasobre todo. En EEUU un recién llegado Obama, más bien en la izquierda del Partido Demócrata, respaldaba las medidas desesperadas de Bush y Paulson, inyectar dinero publico en los bancos y intervenciones masivas de la FED, que atacaban el núcleo del pensamiento republicano.

Podríamos haber pensado que la ley del péndulo nos llevaría a un periodo de centro izquierda en ambos lados del Atlántico, con una profunda revisión de los fundamentos ideológicos de política monocroeconómica. Sin embargo lo que más bien ha sucedido es que casi todos los partidos en el poder entonces perdieron las elecciones, la duración de la post crisis sigue, sin llegar a recuperar los niveles de prosperidad anteriores, y las deudas privadas se han convertido en publicas obligando a una continua austeridad que debilita la cohesión social.

Too soon to tell

En resultados electorales, aunque pueda que sea “too soon to tell”, el centro izquierda parece más tocado que los partidos de derecha. Tanto en UK, Francia, España, Alemania, Holanda, Irlanda, Grecia, partidos socialdemócratas, hasta hace poco troncales en los mapas políticos, están en crisis existenciales más o menos agudas. El enfado y la rabia han dado paso a nuevos partidos, llamados populistas, en la izquierda mucho más extremos que los partidos socialistas tradicionales, en la derecha con el miedo a la inmigración como bandera. Todos los partidos políticos, tradicionales y nuevos, otorgan progresivamente mayor influencia a las “bases” flexiblemente definidas, en detrimento de grupos parlamentarios y cuadros.

Pero esta semana la conmoción se ha movido hacia la derecha. Nada más y nada menos que el partido Conservador británico camina hacia el aislacionismo económico y social, por mucho que se quiera hablar de la WTO, es decir el ancho mundo , como ámbito para substituir a la UE. El miedo a la inmigración y un potente nativismo (ingleses primero) aparecen a las claras como determinantes del planteamiento conservador británico con respecto al resto de los países. El fenómeno Trump en el Partido Republicano también se apoya en la inmigración y el llamado nativismo .

Nuevas aguas

También el Partido Laborista de UK está entrando en nuevas aguas. Un radical giro a la izquierda para aterrizar en los primeros 80 del siglo pasado: no a la globalización, no las finanzas y si al intervencionismo del Estado en la sociedad. Radicalidad parece ser el leitmotiv de la UK del siglo XXI.

Todos estos movimientos políticos y sociales suceden en los países desarrollados, con rentas per capita superiores a los 20.000 euros per capita, menos Japón donde triunfa un gobierno centrista. Todos los países desarrollados afectados tienen un cuadro demográfico, inflacionista y de crecimiento similar: todo muy por debajo de las tendencias del pasado. Más productividad basada en valor añadido, repuesta a los mercados globales y absorción de nuevos ciudadanos parecen parte de la mejor respuesta. Los cambios políticos, a ambos lados del espectro, no indican que el abanico de opciones vaya a ir en esa dirección. El suelo se mueve.

Los riesgos llegan más allá de las economías nacionales. El FMIha sido el último en advertir de los riesgos de estancamiento para la economía mundial, como consecuencia de la falta de dinamismo del comercio mundial y la disminución de la inversión extranjera. La cooperación entre futuros gobiernos de los países desarrollados seguirán siendo capitales para la consecución de mejores condiciones para el comercio y la inversión mundial. Los ejemplos de los nuevos Tratados de libre comercio en el Pacífico, entre Canadá-UE y entre la UE -EE.UU, son una muestra de las dificultades políticas que ya están presentes.