Trump ha inducido a la UE a hablar de una defensa colectiva, de la que el propio Reino Unido no quiere estar muy lejos.
La agenda electoral europea de 2017, que tanto preocupaba, con razón, después del Brexit y la elección de Donald Trump, terminará con las elecciones alemanas del próximo septiembre.
Hasta ahora, Holanda, Austria y Francia han dado positivas sorpresas a los mercados, al indicar que los electorados continentales están lejos de buscar una ruptura de la UE; al contrario, el efecto antiBrexit parece haber dotado de una nueva determinación a los europeos para buscar en su unión el camino del futuro. Trump ha inducido a la UE a hablar de una defensa colectiva, de la que el propio Reino Unido no quiere estar muy lejos.
Al menos, eso parece la semana en que Alemania y Francia celebran un Consejo de Ministros conjunto en París, el día antes de la fiesta nacional francesa y con Donald Trump “in town”, invitado de honor para el 14 de julio. Todo ello, una muestra más de la talla de súper estrella política del presidente Macron. Pero serán las elecciones alemanas, su resultado, los que den el pistoletazo de salida para ver en qué queda todo.
La Eurozona hace sólo cinco años parecía desahuciada. Todavía hoy hay voces (alemanas) que vuelven a hablar de la necesaria salida de Grecia del euro. La realidad, desde luego, ha cambiado a mejor; la crisis ha acabado, salvo en Grecia, aunque ahí ya se ha llegado al equilibrio presupuestario desde un 15% de déficit hace siete años.
Detrás de todo está que la zona euro dio la espalda a la política macroeconómica alemana a partir de 2014, suavizando la austeridad fiscal y lanzando un gran estimulo monetario, que ha hecho al BCE comprar la práctica totalidad de las emisiones alemanas, permitiendo a todos los países euro financiarse a precios reales negativos, a muy corto plazo también a precios nominales.
La Eurozona es un destino atractivo para el ahorro mundial, nadie cree ahora que el euro vaya a desaparecer gracias a la devaluación interna que muchas sociedades han aguantado.
Celebradas las elecciones alemanas, la nueva mayoría con Schulz o con Merkel (centro izquierda o centro derecha) estará preparada para impulsar los cambios que la UE necesita. Esperar a la configuración de una nueva mayoría en Alemania no es una cuestión solo de cortesía, es sobre todo un reconocimiento del liderazgo alemán ¿Por qué? Son, desde luego, el tamaño, la economía, la competitividad, los que dan esa condición de primus inter pares. Pero hay más. El proceso de la Unión Europea no empezó hace 50 años sólo por Alemania; pero sí con Alemania, Francia e Italia: Pasados los años, con 27 países dentro de la UE, 19 dentro del euro, su liderazgo es totalmente indiscutido, además con una Alemania unida. La Francia de Sarkozy y Hollande no aguantó el ritmo, veremos con Macron.
La Italia de los últimos 20 años es el país que peor ha ido en términos de crecimiento (sin contar Grecia) de toda la zona euro. Los demás países parecen aceptar el actual status quo, mientras UK se adentra en su propio laberinto del Brexit. Después de las elecciones alemanas ya no se tratará de salir de una crisis, sino de consolidar un nuevo crecimiento económico, responder al entorno geopolítico más complejo en décadas, con un debate inmigratorio que ha superado al planteamiento inicial de la sra Merkel.