“Hit the ground” es como los norteamericanos dicen aterrizar, tocar tierra. Eso es lo que parece que la presidencia de Donald Trump ha hecho, consciente o no, en los últimos días tanto en política doméstica como en política internacional.
La presidencia que más noticias ha generado, incluso antes de tomar posesión, eligió en política doméstica tres primeros temas: el muro con México, restringir la inmigración y sustituir la legislación sanitaria de Obama. De los tres es este último el que más carga política tenía y tiene. Barak Obama consiguió convertir en ley la casi universalidad de la cobertura sanitaria en el país más rico del mundo, pero que ha hecho sus grandes avances en cobertura sanitaria más ligados a la vuelta de los soldados en las guerras que a una protección social, financiada por el Estado. Desde Richard Nixon, republicano, otros presidentes lo habían intentado y fracasado en el país del individualismo. Obama después de seis años de batalle política la aprobó y la puso en marcha, con grandes problemas al principio de su aplicación. El partido republicano, sin excepción, se opuso y prometió derogarla.
Trump también lo hizo en campaña y lo ratificó después de ser elegido. Pero cuando intentaron sustituirla ha resultado que no tienen un modelo alternativo, aceptable para todos los republicanos, por exceso y por defecto. Ha resultado imposible para le mayoría republicana cambiar algo que ya existe y que afecta a la mayoría de la población. La propuesta de la administración Trump dejaría a 24 millones de ciudadanos sin la cobertura sanitaria que hoy tienen, según la Oficina del Presupuesto del Congreso. Las dos facciones del partido republicano han preferido el fracaso de Trump que ceder. ¿Pasará más veces?
Hay otras preguntas que hacerse. Desde luego dos: ¿por qué? Y ¿ahora qué?. Es difícil que la Casa Blanca no supiera cuál era la opinión de sus parlamentarios y desde luego que lo ignorase el partido republicano. Falta de previsión y coordinación política en alto grado que deja tocado al equipo político de Trump. Las mayorías parlamentarias en las dos cámaras en EE.UU son tradicionalmente muy efímeras, en dos años habrá mid term elections y la experiencia demuestra que los presidentes suelen perder las mayorías iniciales en ese plazo. Dicho de otra manera, a Trump le quedan menos de 24 meses para hacer aprobar leyes importantes sin tener que tener en cuenta a los demócratas. La siguiente parece que va a ser la reforma fiscal: bajada de impuestos para empresas e individuos, incluidos los ricos. Está también es una bandera republicana, pero aquí hay otra vez dos bandos. Los que anteponen el déficit público a la bajada de impuestos y los que no. Los primeros querrán notables bajadas de gastos no discrecionales, que compense el recorte de ingresos. Otra vez intereses y ciudadanos concretos afectados.
La expectativas de una sustancial bajada de impuestos ha sido una de las claves del Trump trade, la subida de las bolsas a niveles récord y valoraciones de las acciones cercanas a la burbuja dotcom de 2002. Las dudas sobre la capacidad de la actual Casa Blanca de producir una gran reforma fiscal, después del fracaso con Obamacare, está detrás de las recientes correcciones bursátiles, de la bajada de tipos a largo y del dólar, todo tímidamente. EE.UU lleva ocho años de recuperación económica y bursátil, la
El cambio del ciclo estaba más cerca que lejos y el Trump trade prometía un nuevo impulso. De repente las cosas se están poniendo más calientes políticamente. Vamos a ver si este nuevo equipo es capaz de mover al unísono al tea party y al republicanismo tradicional. Los optimistas dicen que dejada atrás la reforma del Obamacare, que siempre fue imposible, Trump tiene las manos libres para hacer cosas positivas.
En política exterior estos primeros dos meses han sido igual de intensos que en todo lo demás con Trump: Rusia, China, Japón, México, Canadá, Alemania, la OTAN, los UE y mucho más han tenido su mini crisis. Los platos han caído la mayor parte en su sitio y se ha rectificado lo que se ha podido. Pero Corea del Norte ha decidido que había que, llamar la atención, disparando misiles que pueden llegar a la costa oeste norteamericana, justo cuando Senzo Abe visitaba al presidente norteamericano.
De momento nada ha pasado distinto de lo habitual: denuncias bilaterales y en la ONU, llamamientos a China para que obligue a su aliado a rectificar y moderarse. China ha planteado que EE.UU deje de hacer maniobras militares con Corea del Sur, lo que para muchos es equivalente a que Norteamérica empiece a alejarse de Asia. Recordemos que Trump nada más llegar denunció el tratado de libre comercio Asia- Pacífico y la política de “Una sola China “, respecto a Taiwán. La segunda la rectifico rápidamente, pero la primera la ratificó. Con el acuerdo Asia-Pacífico Obama excluía a China de avanzar en la integración comercial con sus vecinos, lo que puede que fuera un error, pero ahora el que se ha autoexcluido es EE.UU, padre del invento. La primera cumbre China -Estados Unidos será en abril en Mar-a-Lago-, el club privado de golf propiedad de Trump. Xi Jianping no juega al golf y no habla inglés, pero es clave para la estabilidad económica mundial y para manejar a Corea del Norte. Será la entrevista más difícil que ha tenido Trump hasta ahora, en la que él necesita un éxito tanto o más que su interlocutor chino. Fin de la luna de miel para Trump, o lo que haya sido.