Los tradicionales tira y afloja entre los nacionalistas con el Gobierno de España no son nada nuevo desde la creación del Estado de las Autonomías en 1978. Pero además de disparidades competenciales, desgraciadamente durante más de treinta años, el independentismo radical y terrorista vasco llenó de luto la historia de nuestra democracia.
La constancia en la lucha policial, con la aplicación de la ley, la colaboración francesa desde Chirac y sobre todo con Sarkozy, nos ha permitido a los españoles conseguir una victoria sobre los terroristas independentistas.
Esta semana, casi 40 años desde la aprobación de la Constitución, se ha consumado la ruptura política -además de legal- entre el nacionalismo catalán, de izquierdas y derechas, con el modelo autonómico, con el Gobierno, con España. De poco han servido los altos niveles de autogobierno alcanzados, las ayudas financieras de 60.000 millones durante los últimos años… El hecho es que el gobierno de la Generalitat es responsable de todo lo que afecta directamente a sus ciudadanos (salud, educación, seguridad, infraestructuras, medio ambiente cultura). Y tampoco la corresponsabilidad fiscal ha sido suficiente.
Al final muchos españoles pensarán que todo esto sólo ha servido para expandir el independentismo desde una idea residual a representar hoy una minoría considerable compartida por la mitad de los diputados del Parlament.
Tampoco ha dado resultado la certeza de que la independencia es casi imposible de llevar a cabo ni social ni financieramente, que aislaría a Cataluña comercialmente del mundo, que la sacaría de la UE y del euro. Hasta el precedente de la bochornosa negociación del Brexit por parte de Gran Bretaña, atrapada en una separación costosisima de la UE, ha servido para que en Cataluña se analizarán los riesgos ciertos de la separación de España.
El Gobierno de España tiene desde luego recursos legales para impedir el referéndum del 1 de octubre, cualquier efecto real de una declaración de independencia, cuenta además con el imprescindible consenso político del PSOE y Ciudadanos. ¿Pero después que pasara? ¿Qué pasa con un Parlament elegido democráticamente, que tiene amplias competencias, pero donde la mayoría ha decidido actuar ilegalmente? ¿Quién va a gobernar Cataluña a partir de ahora, que es de lo que verdaderamente se trata?
La confianza institucional está quebrada, la legitimidad del propio Parlament muy dañada, el tejido social probablemente enfrentado. ¿Es posible el Estado Autonómico para Cataluña? Si no, entonces, ¿cómo gobernarla?
Hay desde luego otra a preguntas necesarias para el futuro, una es si podemos, queremos que Cataluña tenga un Concierto como el País Vasco y Navarra. Tal y como se aplican hoy el Concierto vasco y el Convenio navarro parece financieramente imposible para el resto de España que sea igual también para Cataluña. Además abierto el camino sería difícil que Valencia y Baleares aceptasen quedarse fuera del acuerdo al que se llegase con Cataluña. En ese caso el resto de España dependería solo de Madrid para su financiación adecuada.
Un modelo financiero y político difícil de hacer operativo ni aceptable para los españoles. La alternativa de suspender la autonomía de Cataluña por un tiempo nos adentrará en un conflicto político y social constante, además de que no sabemos si contaría con el consenso político necesario. Desde 1993 el PSOE ha podido gobernar España en las ocasiones que en Andalucía y Cataluña superaba claramente al PP. Hoy ya no es así en Andalucía.
En Cataluña el PSC sacaba entonces 20 escaños, hoy 7 frente a 6 del PP. Para el PSOE recuperar voto en Cataluña es vital, lo que no lo es tanto para el PP. Hoy oímos opiniones de que este será un conflicto largo, pero eso no evita la necesidad de atender día a día a las necesidades de todo tipo de una Comunidad Autónoma con siete millones de habitantes. No hay mandato político para hacer algo más que aplicar las leyes actuales, entre otras cosas nadie lo ha pedido. ¿Se pretende seguir en la gestión diaria como si nada hubiera pasado? ¿Es incluso posible? No lo parece, ya dice el refranero “que a grandes males , grandes remedios”: una gran coalición, nuevas elecciones, nuevos líderes, nueva Constitución. Nada de lo que estaba previsto. El propio Rajoy ha reconocido en su declaración que no se esperaba lo sucedido. Lo que es difícil de entender, mucho más de aceptar.
Mientras tanto la ingobernabilidad se ciñe sobre Cataluña, incapaz de financiarse autónomamente del Estado. La confianza no parece que vaya ni siquiera a mantenerse con un grado de incertidumbre que afecta a la moneda, la deuda, las relaciones comerciales, por no hablar del conflicto social y político que vimos entre sus fuerzas políticas el miércoles 6, reproducido miméticamente el jueves 7. También el conflicto empieza a extenderse a ciertos ayuntamientos. Pero añadamos que no es descabellado pensar que los mercados empiecen a hacer números de lo que las posibles soluciones, independencia o pacto fiscal, pueden suponer para el Tesoro español, la repercusión en nuestro crecimiento de una parálisis económica en Cataluña.
La credibilidad política de España ha entrado en duda, nos guste o no, con la explosión de un conflicto interno que en la UE solo tiene Bélgica superado gracias a la capitalidad europea de Bruselas. En este sentido ha hecho bien Rajoy en pedir a los ciudadanos que se preocupen activamente, especialmente en Cataluña donde la participación activa de los no independentistas no lleva a ganar elecciones.
La tensión interna en Podemos es buena muestra de ello. Sorprende que la llamada sociedad civil catalana, supuestamente más activa que en el resto de España, esté en silencio. Quienes respondían que el agua no llegaría al río callan hoy, quienes no hacían ascos a controlar la Hacienda y los Tribunales corren el riesgo de acabar de una u otra manera con la más radical izquierdista clase política de Europa.
Para muchos españoles este es un gran problema que no esperaban, ni querían, un tremendo accidente del que nadie les había advertido. Quizás hay que consolarse con que hoy España es un gran país, con niveles mundiales en ámbitos de todo tipo, demostradamente capaz de superar desafíos.
Este conflicto catalán va a requerir tiempo, dinero, e ideas nuevas .