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Desde su toma de posesión, ya en su tercera semana, el dominio de Donald Trump sobre la escena mundial ha sido total.

No es fácil recordar un llegada al poder tan intensa y menos en un país estable y desarrollado como EE.UU. En el propio seno de la sociedad norteamericana la reacciones recorren toda la escala acústica y cromática .De momento la ya famosa frase de su partidario en Silicon Valley, Peter Thiel, que a Trump “hay que tomárselo en serio pero no literalmente” sigue siendo el mejor consejo, aunque muchas veces sea imposible aplicarlo. Hemos conocido y seguido sus llamadas telefónicas como nunca antes con otros Presidentes, siendo los aliados los que se han llevado la peor parte (Australia y México ).

En las últimas horas se ha producido una de las más importantes y esperadas, al Presidente de la República Popular de China, Xi Jianping, máximo responsable político del país más poblado y la segunda economía del mundo.

La llamada ha sido positiva según han transmitido desde China con el reconocimiento de la política de “una China ” como base de la relación bilateral. Bye bye Taiwán y vuelta a lo acordado por Jimmy Carter hace más de 30 años, mantenido por todos los presidentes norteamericanos desde entonces.

Para todos esta es una buena noticia, con todos las reservas que genera la política china dentro y fuera de sus fronteras. China no sólo es la segunda mayor economía y el país más poblado del mundo, además en menos de cuarenta años se ha convertido en el primer socio comercial del mayor número de países, por encima de EE.UU.

Su influencia para Asia, la zona más poblada y más dinámica del mundo, es determinante. Como lo es para todos los países emergentes y para el precio de las materias primas. Es decir un país decisivo, que  además está totalmente inmerso en una transformación macroeconómica nada fácil. Desde mediados de los años dos mil los organismos internacionales y el G7 han urgido a China que cambiara su modelo de crecimiento desde la exportación y la inversión al consumo y el bienestar social, que liberalizará su moneda y su economía. En 2006 empezó a revaluar el remimbi y a aumentar su consumo .Pero la crisis financiera de los países desarrollados del 2008 obligó a sus autoridades a aumentar considerablemente el crédito interno para evitar una recesión, lo que evitó que la gran recesión occidental se convirtiera en una gran depresión. Ya habían colaborado a la estabilidad mundial en 1998 cuando estabilizaron su moneda durante la crisis asiática. China es una dictadura y cumple de manera discutible con las reglas del libre comercio, pero su sentido de la estabilidad le ha sido útil al mundo.

La crisis de endeudamiento en China explotará

La acumulación de crédito privado supera el 200% de PIB chino, la cifra que llevó a varios países euro a la crisis en 2010. Así al gran cambio hacia el consumo interno y la liberalización cambiaria y financiera se ha sumado una crisis de endeudamiento esperando a explotar. Desde finales de 2015 los capitales no van a China sino que salen en términos netos. Así de los casi cuatro billones de dólares, una gran parte invertidos en deuda americana que llegó a acumular, el pasado mes de enero 2017 estaba ya por debajo de tres billones. Reservas en todo caso gigantescas, pero de las que hay que descontar lo que acabara costando la crisis de crédito.

Si seguimos los estándares europeos recientes será no menos del 10/15% del PIB, lo nos indica que el límite está cerca. Este es uno de los grandes riesgos de la economía mundial, una crisis financiera en China que la deje por debajo de un nivel de reservas creíbles para un país de 1.300 millones de habitantes. De las mayores sorpresas que han producido las declaraciones de Trump fue su insistencia de que él remimbi estaba depreciado artificialmente, ya que las reservas no bajan por una moneda depreciada sino por tratar de evitar que se deprecie. Si las autoridades chinas dejaran flotar libremente su moneda la dirección sería hacia abajo, arrastrando a las demás monedas emergentes y trastocando la actual recuperación mundial.

La corrección de Trump con respecto a las relaciones norteamericanas-chinas es una bienvenida vuelta al espíritu de su discurso victorioso de la noche electoral el pasado noviembre. El mundo no necesita un crisis en China, como tampoco una ruptura del euro, donde el embajador in pectore de Norteamérica para le UE, el académico Ted Malloch, continúa tocando el bombo, ahora también aconsejando a Grecia dejar el euro, eso sí coincidiendo con el Ministro de Hacienda alemán.

EE UU busca un nuevo papel en el mundo política y económicamente

No es fácil saber que busca en serio la nueva administración norteamericana para Europa, aunque literalmente sea obvio.Un nuevo papel de EE.UU en el mundopolítica yeconómicamente, obligará a todo el mundo a moverse, incluidos los propios norteamericanos. Su anunciada reforma fiscal del impuesto de sociedades hacia el 15/20% excluyendo de gastos los intereses bancarios ,creando un IVA que descuente los gastos salariales ,puede poner a todos los demás países ante el mayor paraíso fiscal de la historia para las inversiones .

La otra llamada al Presidente Putin fue menos esperada, conocidas las buenas relaciones entre los dos. Algunos recordarán que Bush y también Obama empezaron sus mandatos convencidos que serían capaces de tener buenas relaciones con el Kremlin.

No fue así de lejos. Rusia no quiere, además no puede, ser un socio económico de EE.UU y sus intereses geopolíticos no han coincidido nunca con los de Washington. China es un poder económico competidor pero esencial para EE.UU, geopolíticamente es otra cosa sobre todo en el Mar del Sur de China. El único líder mundial que ya ha visto dos veces a Trump, el japonés Shinzo Abe, el gran aliado de Norteamérica en Asia, es la otra pieza de puzzle asiático. Mientras Europa parece no saber si tomárselo en serio o literalmente. Malloch da literalmente 18 meses al euro y eso pasa enseguida, pero sería bueno descifrar que quiere decir en serio.