“El dólar es nuestra moneda , pero es su problema”, decía el entonces secretario del Tesoro norteamericano John Conally en los primeros años 70, con ese cinismo humorístico tan yanqui. Una década después, a otro famoso republicano tejano, James Baker, se le atribuye la misma frase en los famosos “Acuerdos del hotel Plaza”, que contribuyeron a arrastrar a Japón a casi tres décadas de deflación, al producir una fuerte apreciación del yen frente al dólar. Los dirigentes chinos tienen sin duda muy presente este precedente, cuando desde hace diez años los norteamericanos les insisten en su desequilibrio comercial. Después Bill Clinton en 1993 , con Robert Rubin en el Tesoro, cambió el mantra hacia la conveniencia de un dólar fuerte para EE UU, que se ha mantenido hasta nuestros días.
Steven Mnuchin, el actual secretario del Tesoro norteamericano, nos dijo la semana pasada urbi et orbe desde Davos que “un dólar débil era bueno para las exportaciones, aunque en el largo plazo la potencia económica norteamericana era indudable”. Su jefe, el presidente Donald Trump, ya había dicho hace un año, antes de tomar posesión, que “la fortaleza del dólar nos está matando”.En abril 2017 repitió que el dólar estaba “ demasiado fuerte”. Desde entonces el dólar ha caído el 9% frente al conjunto de las monedas, un 12% frente al euro aunque se ha apreciado un 3% frente al yen. Bien es cierto que, en parte, ha corregido su apreciación desde 2014, cuando al fin los alemanes dejaron respirar a la zona euro. También lo es que en términos de equilibrio comercial , el dólar aún puede caer un poco más, dada la baja tasa de ahorro interno (del 2,5% frente al 12% en la zona euro) y el fuerte crecimiento de su economía. Así que más bien es a medio plazo donde radica la debilidad del dólar, diga lo que diga el señor Mnuchin.
La cuestión es otra, pero importante. EE UU es la única economía desarrollada que está ya subiendo tipos, lleva nueve años de recuperación económica, tiene un 4% de tasa de paro, empieza a percibir señales de inflación y va aumentar notablemente su emisión de deuda por la nueva reforma fiscal. Por todo ello sus tipos de interés a corto y a largo, suben y subirán. Pero su moneda se debilita. Hay quien se pregunta si la nueva dirección de la Reserva Federal (FED) no subirá tipos lo necesario, lo que debilitaría su moneda. Nada más y nada menos que la FED de Nueva York planteó hace unas semanas que pudiera ser conveniente fijarse más en el nivel de precios que en la tasa anual de inflación: en román paladino, dejar que la inflación supere el 2% del actual objetivo antes de subir los tipos de interés.
El mismísimo Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE) y una de las personas con mayor experiencia, acusó elegantemente a los norteamericanos de incumplir los compromisos internacionales al tratar de depreciar su moneda con declaraciones (talkdown the dollar) para ganar competitividad. Draghi utilizó las palabras “guerra de divisas”, más no se puede decir. Inmediatamente Trump corrigió a su colaborador ensalzando las ventajas del dólar fuerte, también desde Davos. No ha habido por su parte mención al tema en el discurso del Estado de la Unión del martes 30 de enero, pero sí muchas a la necesidad de reequilibrar la balanza comercial norteamericana, supuesta víctima de tratados comerciales injustos.
Desde su llegada a la Casa Blanca, hace 12 meses, Trump se ha enfrentado a un dilema. El ciclo económico norteamericano está en su final, después de nueve años de crecimiento ininterrumpido. La recuperación mundial del 2016 y 2017 le ha ayudado, como ahora lo hará el impulso fiscal de bajar impuestos e incluso aumentar el gasto en infraestructuras. Todo esto parece indicar que las elecciones de mitad de mandato, de noviembre de 2018, se harán con una economía en crecimiento. Pero los plazos son los plazos y los ciclos son los ciclos. Los tipos a largo están subiendo hacia el 3%, lo que no es mucho para un plazo de diez años, pero es mucho más que 1,8% donde estaban en 2016.
La pregunta del millón es si el dólar está débil porque todos sabemos que los norteamericanos gastan mucho pero ahorran poco, lo que llevan haciendo décadas; o si los mercados sospechan que llegado el momento la FED co laro síntoma de que vendrán otros países a ejercer el liderazgo mundial, pero eso no pasará sin una crisis seria. El señor Mnuchin nos ha puesto sobre aviso de un riesgo. ¿Estaría hablando en serio? Mientras tanto, las Bolsas baten récords, la baja volatilidad también. Pero el oro ha empezado a subir, el Bitcoin que cotizaba hace un año a unos 1.000 dólares, ahora ronda los 9.000 aunque llegó a rozar los 20.000 dólares entre medias. Hace casi 50 años Nixón rompió la relación entre el dólar y el oro, metiendo al mundo en un sistema de monedas flotantes. Fue entonces cuando John Conally les dijo a los europeos su famosa frase. Habrá que ver si ahora también tenemos todos un problema.