Durante el gran conflicto mundial de la Guerra Fría los temas culturales más territoriales quedaron sometidos al enfrentamiento Unión Soviética frente a Estados Unidos, Pacto de Varsovia contra la OTAN.
Los sentimientos junto con la creencias han estado, son ahora, la base de las actuaciones de individuos pero también de sociedades. Todos lo sabemos. En las relaciones entre países, la historia está plagada de sangrientos conflictos que tiempos después hubieran sido impensables. Los europeos asistimos atónitos, espantados, al conflicto Shia- Sunni en Oriente Medio, pero no hace 20 años los Balcanes fueron pasto de sangrientas guerras etnicas y religiosas, por no buscar otros ejemplos históricos europeos todavía más sangrientos. Desde luego los intereses territorial junto el económico están detrás de muchas guerras también.
Durante el gran conflicto mundial de la Guerra Fría los temas culturales más territoriales quedaron sometidos al enfrentamiento Unión Soviética frente a Estados Unidos, Pacto de Varsovia contra la OTAN. Cuestiones culturales, religiosas, económicas, territoriales se sometían al gran enfrentamiento. A su término en 1989 finalizó también este sometimiento a las grandes estrategias de bloques, pero no a los conflictos. El protagonismo mundial en solitario de Norteamerica ha durado poco, en términos históricos, menos de veinte años. El llamado mundo multipolar en el que vivimos ha sido definido acertadamente como el”G cero” por Ian Bremer. Recordemos que del G 7 se pasó al G 8con Rusia dentro, pero duró menos de una década. Con el fin de la Guerra Fría vino también el ocaso de los enfrentamientos izquierda- derecha, del que la socialdemocracia europea no se ha recuperado.
Hoy la mayor parte de los conflictos son culturales. Las guerras entre países han disminuido drásticamente, sin embargo el número de desplazados ha alcanzado los niveles de la Segunda Guerra Mundial: , 60 millones . Las guerras contra los diversos terrorismos están todas impregnadas de temas étnicos y religiosos. Las ideologías políticas tienen poco peso en la política internacional, con un reciente giro dramático en la presidencia de Donald Trump con su insistencia que todo debe ser dirigido por los intereses nacionales a corto plazo (déficits comerciales), no en principios ideológicos. Las grandes potencias no exportan ideas, mucho menos están dispuestas a respaldarlas con hechos. Son los temas culturales regionales los que determinan los conflictos, por lo tanto las alianzas.
La falta de universalismo no ha reducido el nivel de enfrentamiento, ni mucho menos. Incluso en algunas sociedades más prósperas las tensiones entre grupos hacen imposibles los acuerdos , otra vez Norteamérica es hoy desgraciadamente claro ejemplo. Los populismos, las noticias falsas, no son hechos nuevos, pero han resurgido con gran virulencia sobre todo en los países industriales.
España no es una excepción en este proceso, al contrario parece haber entrado en una etapa de fraccionamiento político unido a guerras culturales. Del bipartidismo imperfecto de los últimos cuarenta años estamos hoy con cuatro partidos nacionales que no llegan ninguno al 30% , tampoco son capaces de coaliciones estables. Culturalmente el fracaso aparentemente del separatismo catalán no ha impedido, sino al contrario, una explosión de nacionalismos culturales en las escuelas e incluso en los nombre de los ciudadanos.
Los españoles hablamos todos una de las pocas lenguas mundiales, pero en varias partes de nuestro territorio los gobernantes no quieren que las nuevas generaciones lo dominen, al parecer basta con que lo entiendan para divertirse pero no para competir. De nada parece servir la universalidad del castellano, la demostración palmaria en Cataluña de que los postulados independentistas son falsos además de imposibles, los datos del fracaso escolar asociado a la inmersión lingüística. La creación a través de la cultura nacionalista de unos nuevos proletarios es sin embargo apoyada desde la izquierda, cuanta más izquierdas más. Tampoco los partidos de centro- derecha han puesto sobre la mesa una respuesta detallada .Así el gobierno del PP ,después de ofrecer que los padres pudieran elegir la lengua para la educación de sus hijos, ha dado un paso atrás , sin haber explicado ni una cosa ni la otra.
El tema cultural se une a otro, el retroceso en la calidad de la educacion pública, la palanca de la igualdad de oportunidades en la modernidad. Este no es un tema español. Es casi universal, en todas las sociedades los padres dedican cantidades crecientes para la educación de sus hijos , aunque el estado ofrezca educación gratuita. La falta de competencia ha perjudicado a la gran palanca del cambio social. En España el Estado no informa de los resultados desagregados por colegio, sobre fracaso escolar o éxito en exámenes nacionales reglados. Tampoco la remuneración de los profesores está ligada a resultados. Solo la demanda de los padres indica el grado de satisfacción de las familias, que no va en la dirección de la educación pública. Educación con nacionalismo es un claro peligro cultural español. Todos lo vemos pero los políticos no parece que quieran abordarlo. Pero dejar crecer esta tensión tendrá graves consecuencias, todos lo sabemos.