Con su presidencia, los primeros 100 días de Donald Trump han dado lugar a opiniones encontradas y encendidas.
Sus adversarios dentro y fuera de EE.UU han querido ver la confirmación de todos sus temores: imprudencia, improvisación, caos, falta de capacidad, o lo que ustedes quieran. La sobreutilización de órdenes ejecutivas, las más llamativas sobre inmigración, por dos veces paralizadas por los tribunales, indicarían para sus críticos un abuso del poder de la presidencia junto con una improvisación y falta de calidad sobre todo tipo de temas, con una cierta obsesión de deshacer las realizaciones de su antecesor, Barak Obama.
Pero para sus votantes, estos 100 primeros días no han dado motivo de decepción, con sólo un 2% de descontentos con el nuevo presidente; sin embargo para sus adversarios la cifra es el mayor rechazo de un presidente en sus primeros días desde que se llevan estadísticas sobre el tema. Todo esto demuestra que EE.UU es un país muy dividido y que hasta ahora Trump no ha hecho nada para remediarlo. También se ha podido apreciar que la nueva administración no parece conocer muy bien cómo funciona políticamente Washington, es decir, las relaciones entre el ejecutivo y el legislativo. Pese a tener una considerable concentración de poder, la Casa Blanca y mayoría en las dos Cámaras, el partido republicano ha sido incapaz de desmontar el famoso Obama Care, aunque había sido el leimotiv de su acción política los últimos años de oposición.
Este revés de afecto, sin duda al crédito político del nuevo presidente aparantemente incapaz de hacer trabajar a su favor las mayorías políticas que tiene. En los próximos tiempos, Trump se enfrentará a dos desafíos con las mayorías republicanas en el Congreso que pueden definir su presidencia: un nuevo intento de reforma sanitaria y una anunciada reforma fiscal. La primera ha pasado el primer filtro de la Cámara de Representantes, pero le queda un largo camino en un tema donde todos los ciudadanos se sienten personalmente afectados. La inicial propuesta sanitaria de Trump amenazaba a 24 millones de norteamericanos, según la Oficina Presupuestaria del Congreso, con perder la cobertura sanitaria que Obama les había dado y hasta ahí llego. Será en todo caso, una larga batalla parlamentaria y política que se puede alargar hasta las elecciones de otoño 2018, cuando los demócratas intentarán recuperar algo de poder parlamentario.
Pero será la reforma fiscal lo que defina estos primeros años de la presidencia de Trump, elegido para cambiar la realidad económica norteamericana, descrita por él y percibida por sus votantes como injusta. El llamado ‘Trump trade’, la reacción positiva de los mercados financieros y los consumidores a su elección se basaba en la posibilidad de una mayor recuperación económica: menos impuestos, menos regulación y mas infraestructuras. El nuevo presidente ha preferido empezar por los impuestos, una vez que ha percibido que la mayoría parlamentaria republicana, una vez más, no era homogénea en los otros dos temas.
Bajar impuestos a empresas y familias forma parte del ADN republicano desde Reagan, guardián de las esencias de la derecha norteamericana. Si sale bien, puede matar varios pájaros de un tiro: dar a Trump una amplia credibilidad con empresas y familias, relanzar la confianza a la hora de invertir y dar una base fáctica a su supuesta capacidad para relanzar un ciclo económico más cerca del final que del principio. Así como los los datos del PIB: 1,6 anualizado del primer trimestre 2017 lo han ratificado, además de demostrar que puede llevar a cabo reformas legales de envergadura. La propuesta inicial del secretario del tesoro Steven Mnuchin, ha sido muy esquemática: bajada del impuesto de sociedades del 35% al 15%. La reacción inicial se ha transformado en más más preguntas: ¿Qué va a pasar con las deducciones empresariales, con la repatriación de fondos, con los tramos del impuesto para personas físicas?
Una parte del partido republicano es absolutamente contraria a aumentar el déficit y con los recortes que ya había introducido Trump en su primer presupuesto, presentado el pasado febrero, el margen de reducciones del gasto adicionales es casi inexistente. La economía entra en su octavo año de recuperación con pleno empleo y plena utilización de la capacidad instalada, poner en marcha un estímulo fiscal en estas condiciones puede generar un aumento de tipos de interés con poco incremento del crecimiento económico. Aquí la política de la FED será determinante. Los mercados anticipan dos subidas este año y alguna más en el futuro, los tipos a largo han caído ya por debajo del 2,30 a diez años. No parece que se espere un intenso crecimiento pese a que Mnuchin habla del 3% y Trump llego a hablar del 4%. Incertidumbre respecto a la política económica norteamericana es la palabra que puede sustituir a la ilusión inicial, por ello el crédito bancario se ha estancado y la inversión es débil.
Las relaciones de EE.UU con el resto del mundo han sido cuestionadas antes de que Trump jurase el cargo: México , Canadá , Corea o la UE fueron inicialmente señalados para una drástica correción de sus relaciones comerciales, en el caso de la UE de seguridad también. Estos 100 días han dado paso a una vuelta a los orígenes en política exterior, lo que la prensa norteamericana ha definido, no sin sarcasmo, como el triunfo de las “personas mayores”. El Nafta sigue y será renegociado por las buenas. La UE es un socio económico mas prioritario que UK y hasta se puede hablar de un nuevo acuerdo de libre comercio EE.UU-UE. Rusia es, como poco, un adversario y la colaboración en Siria no incluye a Assad. Hasta la entrevista con el líder chino Xi Jinping fue calmada, y China no ha sido señalada como manipulador de su moneda. Nada nuevo bajo el sol, salvo que los interlocutores sin excepción, aliados o no, saben que el unilateralismo es la regla y cualquier cosa puede ser sacrificada por un interés político domestico.
Nada se sabe todavía de la posición de EE.UU sobre los acuerdos de París respecto al cambio climático. Parece que las relaciones con Turquía se han tranquilizado, dejando a la UE en el papel crítico hacia Erdogan. La crisis con Corea del Norte ha tomado el máximo protagonismo con una posición de China más critica de lo habitual con su vecino, llegando a suspender el tráfico aéreo con Pyongyang.
Dentro de cuatro años estos primeros 100, 200 días no serán cruciales. Entonces sabremos de verdad lo que Donald Trump ha dado de sí. Pero además de las sorpresas que irán surgiendo, lo que ya hay sobre la mesa demuestra porque ser presidente de EE.UU es el puesto mas difícil y más importante del mundo. La dividida sociedad norteamericana es la mas poderosa del mundo y actuar sobre ella, aun siendo el presidente, exige dejarse muchos pelos en la gatera. Según el presidente de Blackstone, un inmenso inversor institucional mundial, Steve Schwarzman, que dirige el comité de asesores económicos de Trump, esperaba que como presidente todo EE.UU trabajaría para él. Probablemente en estos primeros 100 días habrá comprobado que no es ni va a ser exactamente así, quizás mas bien lo contrario.