La economía mundial ha superado definitivamente la nefasta crisis financiera del 2008, incluidas las economías euro con su propia crisis del 2010. Tanto economías emergentes como desarrolladas, están creciendo, estas últimas en muchos casos a su potencial, las primeras la mitad que antes de la crisis. Los flujos de capitales hacia los emergentes, excluida China, están retomando niveles pre crisis, al mismo tiempo que sus monedas se estabilizan con respecto al dólar. La temida deflación de los países desarrollados ha sido superada desde luego en EE.UU y la UE , aunque los niveles europeos apenas llegan al 1,4%. Los bancos centrales de estos países acaban ya o anuncian finales a sus políticas expansivas extraordinarias, con la excepción de Japón, donde la inflación no supera el 0,1%.
Marcha atrás
Estas políticas monetarias expansivas han sido principalmente de dos tipos: tipos de interés a corto cercanos a cero o negativos, compra masiva de activos primero públicos y luego privados. Solo la FED tiene en su balance 4,7 billones de dólares de compras desde 2008, por su parte el BCE 3,13, billones pero en este caso de euros. Ha sido, desde luego la mayor intervención pública en economía hecha por los países más capitalistas y prósperos: EE.UU, la zona euro, UK y Japón.
Ahora empieza la marcha atrás: solo Norteamérica ha comenzado subiendo los tipos cuatro veces desde diciembre de 2015, un total del 1%. La FED ya había dejado de comprar activos y acaba de anunciar que empezara este año a reducir su balance. Mario Draghi, por el BCE, ha afirmado recientemente que ve el riesgo de deflación como superado y desde el marzo pasado ha empezado a reducir las compras de activos. Así que USA empieza a deshacer los estímulos por un instrumento, los tipos de interés y la zona euro, por otro, la compra de activos. No es una elección gratuita: la inflación está subiendo más en Norteamérica que en Europa luego los tipos pueden ser más útiles, pero además ellos llevan ocho años de recuperación y nosotros cuatro. Ellos necesitan antes tener tipos que bajar cuando llegue la desaceleración.
Desde este verano la economía mundial ha entrado en una buena fase de crecimiento generalizado, pero desde marzo de 2017, algunos elementos empezaron a comportarse como si las cosas no estuvieran tan claras. Los tipos de los bonos que no fijan los banqueros centrales primero subieron, reflejo de que el mercado preveía más crecimiento e inflación en el futuro. Sin embargo llevan tres meses cayendo a ambos lados del Atlántico, volviendo a niveles del pasado año. Esto indica una fuerte falta de confianza en el crecimiento futuro por parte de los compradores de bonos. Contrariamente, las bolsas siguen a niveles de valoraciones históricamente muy altos en EE.UU, subiendo en los mercados de la UE e incluso en países emergentes. ¿Quién se está equivocando?
Los banqueros centrales de USA, la zona euro y UK están preparando al mercado a un cambio de escenario: subidas de tipos y menos compra de activos, incluso una reducción de sus balances al no recomprar a los vencimientos. Es decir, la vuelta a la normalidad económica sin necesidad de estímulos extraordinarios. Los inversores en renta variable parecen creerles. Por su parte, los compradores de bonos apuestan por una baja inflación, bajos tipos y poco crecimiento. Sus compras bajan los tipos a largo mientras los tipos a corto suben por las decisiones de los banqueros centrales. La consecuencia es un aplanamiento de la curva de tipos. Todas las recesiones de los últimos años han venido precedidas del aplanamiento de la curva de tipos.
¿Esta vez será diferente?
Esta es la frase más temida en macroeconomía, porque casi nunca es cierta. Ahora las compras de activos por las autoridades monetarias y los tipos de interés negativos pueden haber cambiado las reglas y las correlaciones. Por su parte las materias primas, desde luego el petróleo, habían normalizado sus precios desde el verano pero han vuelto a caer. Aquí también las nuevas técnicas de extracción del crudo han cambiado la oferta aumentándola, como lo están haciendo las energías renovables.
A esto sumemos la caída del crecimiento en China, que está reduciendo la demanda mundial. De momento no hay sustituto a su papel en la economía mundial. También el comercio mundial se recuperaba en la segunda parte del 2016, pero ahora a vuelto a crecimiento. Cero . No parece muy equivocado pensar que la desaceleración china es una realidad inevitable para el mundo. Es cierto que el tamaño de su economía compensa en parte la caída de su crecimiento, pero con un endeudamiento que ha pasado del 141% del PIB en 2009 a un 260% en 2016 y su margen de maniobra está cerca de agotarse. Las economías desarrolladas que aún representan el 50% de la encomia mundial están creciendo, aunque a tasas por debajo del 2% en la UE y ligeramente por encima en EE.UU.
Puede parecer inevitable que una de las dos burbujas, los bonos o las acciones, acabe pinchándose con serias repercusiones para la encomia mundial y los mercados financieros cada vez más interrelacionados. Cuál sea la política real de subidas de tipos por los bancos centrales será, como no, determinante. Con el petróleo y materias primas a la baja; los sueldos semiestancados, incluso en países con pleno empleo. La inflación no apunta a desbocarse, ni mucho menos. Pese a ello los tres principales bancos centrales occidentales (FED, BCE y Banco de Inglaterra) están comunicando el llamado “forward guidence”, que el futuro es de tipos de interés al alza.
Los compradores de bonos lo dudan. Lo que todos sabemos es que con tipos de intervención muy bajos y balances hinchados la próxima desaceleración, cuando llegue, encontrará a los bancos centrales sin margen para reactivar. Manténganse atentos.