En los últimos veinticinco años no se había producido un mayor consenso en los mercados sobre las perspectivas económicas, que el que se está produciendo ahora. Desde la victoria de Donald Trump a la Presidencia del EE.UU las Bolsas de los países desarrollados y muchas de los emergentes han subido apoyadas en el relato de una aceleración del crecimiento en la mayor economía del mundo, propiciada por una política fiscal expansiva por el lado del gasto y por el de los ingresos, expansión total, y una desregulación en los sectores financieros y energético.
Para Abeconomics en Japón las escasas semanas de Trump como presidente electo han hecho más que todas las flechas de Shinzo Abe en los últimos años: con un yen en mínimos con el dólar y con el euro, con una bolsa disparada la política del BOJ de fijar el tipo del bono a 10 años en cero le permite no ver elevarse sus tipos.
Pero tampoco la euro zona puede quejarse. Ni el fallido referéndum italiano, con su enésimo cambio de Primer Ministro, ni los bancos italianos, ni las elecciones francesas, alemanas y holandesas parecen preocupar. Las bolsas europeas suben y el euro baja, es cierto que los intereses de los bonos en UE han subido, pero su spread con los de EE UU están en máximos desde la caída del muro de Berlín.
Muchos países emergentes ven en una Norteamérica lanzada la gran oportunidad de un consumidor, que sigue siendo el más voraz de la economía mundial, pertrechada además de un dólar fuerte, con la esperanza de aumentar sus exportaciones lo suficiente para poder pagar sus deudas en dólares.
Hasta la FED cree que por fin podrá subir un poco los tipos, empezando por el pasado jueves 15. Ya se anuncia el fin de la política monetaria heterodoxa, que había perdido efectividad y credibilidad. Ahora viene Reganeconomics II y los inversores apuestan por una continuación de la expansión actual, pero más fuerte. Algunos podrían calificarlo de comportamiento gregario.
Los mercados aumentan la sincronización dejando poco espacio para la diversificación: “Cuando suena la música hay que bailar”, nos dijo uno de los protagonistas de la crisis del 2008. Pues ahora todo el mundo está meneando el esqueleto, desde luego en los mercados desarrollados.
Sin embargo la diferencia entre valoraciones en relación a ingresos previstos sitúa a EE UU en comparaciones no vistas desde 2002, en plena burbuja de las puntocom. Así las cosas una corrección puede tener efectos en todos los mercados desarrollados. Además, el riesgo cambiario en los países emergentes sigue creciendo, con una salida de fondos de no residentes de 24.000 millones de dólares (según IIF), lo que reduce su atractivo como alternativa de inversión. El dinero fluye hacia los mercados desarrollados también desde los bonos, con los tipos subiendo y los precios bajando.
Puede sorprender a algunos que con los riesgos políticos aparentemente en aumento el consenso económico sea optimista. Quizás los mercados creen que el impulso fiscal Trump y la desaparición de los riesgos de deflación a ambos lados del Atlántico, e incluso en Japón, constituyen suficientemente buenas noticias. Además el crecimiento chino se mantiene.
Dejemos para más adelante a Putin, Marine o el distanciamiento Arabia Saudí -EE UU, junto con Trump vs China, vs México, vs libre comercio. Incluso la contradicción entre el ciclo económico norteamericano, ya muy maduro, y un mega impulso fiscal de Trump nos pueden llevar a pensar en Trump vs la FED. Pero todo eso si sucede será mañana.