Acaban de pasar los mejores seis meses de la economía mundial desde la crisis de 2008. Bolsas de países desarrollados y de emergentes, índices de opinión de consumidores y directivos, precios de materias primas, economías desarrolladas y emergentes, lo que usted quiera, todo ha ido para arriba.
Desempleo en EE.UU, en la zona euro, en Japón en sus niveles más bajos aunque con grandes diferencias entre ellos, el doble en la zona euro pero con más tasa de actividad. Rusia y Brasil saliendo de su recesión por la caída del precio de las materias primas. El dólar fuerte pero sin pasarse, las monedas emergentes recuperándose del gran miedo al cambio de política de la FED. El euro estable sin acercarse a la paridad.
Además las perspectivas halagüeñas, sin deflación en los países desarrollados incluido Japón y con inflación controlada en los emergentes. El comercio mundial se recupera a niveles del crecimiento, la globalización sigue. Ninguna economía ni puede ni quiere la autarquía, salvo Corea del Norte.
Los grandes riesgos de la gran recesión y de las crisis euro no se han materializado, la salida de la inmensa y conjunta expansión monetaria de EE.UU, Japón y UE empieza a tener un plan creíble. Hasta invertir en bonos no ha resultado catastrófico ya que los tipos a largo no acaban de romper al alza.
Brexit, Trump, Le Pen, Siria, Corea del Norte existen pero no cotizan. Los consumidores franceses tienen máximo optimismo, los norteamericanos también, aunque no es así para italianos o los ingleses. La desigualdad ha cambiado sociedades estables como la italiana, española, francesa afectando a los votantes pero no a los consumidores o inversores ¿son distintas personas? Nadie parece creer que estamos en 1914, sociedades optimistas antes de una gran catástrofe.
Pero hay más desplazados que en la II guerra mundial y estamos en guerra declarada del yihadismo contra el mundo cristiano, mezclada con otra guerra entre chitas y sunitas. Rusia y Occidente combaten en Siria, no en el mismo bando aunque traten de no enfrentarse directamente. Las perspectivas de máximas libertades se reducen en Bélgica, Suecia, Noruega y han desaparecido en Egipto, por no hablar de Irak, Irán o Siria. Ha vuelto la guerra fría entre Rusia y Occidente con Obama y ahora con Trump. Analistas como Ian Bremmer reconocen que nunca habían visto tan alto riesgo político, los bancos de inversión mundiales dedican recursos a estudiar el populismo y las verdaderas intenciones de los electores en Francia.
Nueve años para recuperarse de la recesión
¿Que sucede? El mundo ha tardado 9 años en recuperarse de la gran recesión y sus secuelas. Los tremendos fallos macroeconómicos que llevaron a 2008, dieron paso a un virtuosismo monetario en los países desarrollados y una resistencia macroeconómica en los emergentes, que habían aprendido su lección antes, siendo Grecia un miembro del euro el gran programa del FMI. El horizonte económico mundial parece estable y positivo, por primera vez en seis años el FMI revisa al alza sus previsiones. Por otro lado, los desgarros políticos y sociales, que son parte de la herencia de la gran recesión, están por corregirse.
Un mundo en crecimiento económico es una buena ayuda pero estamos claramente a la búsqueda de nuevos relatos políticos y sociales ¿Lo son el alt-right y el populismo? Para una importante parte de los electorados sí. Es imposible saber que políticas vienen, depende mucho de cada país.”All politics are local”, dicen desde hace mucho tiempo en Washington. Economías abiertas interrelacionadas y políticas locales tendrán que convivir, en el mejor de los casos. Los ciudadanos como consumidores e inversores son optimistas, como votantes están cabreados. Cuantos más “check and balances” tenga cada sociedad mejor.
Pero no toda la tensión política y social viene del pasado, de los efectos de la recesión. Los cambios tecnológicos y el envejecimiento de la población no son hechos nuevos, pero antes eran pronósticos y ahora son realidades que afectan a todo tipo de sociedades, desarrolladas o emergentes. La tecnología es la base de un nuevo mundo, conectado e inmediato. Aunque también divide a la sociedad entre ganadores y perdedores.
Todas las políticas de progreso desde 1945 fueron impulsadoras de una inmensa clase media, la izquierda habla hace años de igualdad de oportunidades no sólo de igualdad, la derecha presume de una sociedad de propietarios.
Ahora el reparto de la nueva productividad que genera la tecnología ya no es homogénea, unos la tienen y otros la padecen. La esperanza de vida y los índices de natalidad introduce una tensión creciente entre las prestaciones de hoy y las de mañana, entre generaciones. En los 1970 se creía que el futuro vendría marcado por la escasez, parece más bien que lo que hace falta es un nuevo sistema de reparto ¿Es el estado, la política, capaz de diseñarlo como hizo desde 1945? El mercado no es eficiente todo el tiempo, pero cuando lo es produce más que suficiente. Los cambios no van a concretarse en una o dos elecciones, pero no hay vuelta atrás. Habrá más de un error, esperemos que no sean fatales.