Hace ya más de tres décadas que el fundamentalismo shia derrocó al Sha, colocado veinte años antes en el poder por los poderes anglosajones, norteamericanos e ingleses para garantizarse el control del petróleo
Esta historia empezó a finales de los 1970 y aún no esta terminada. Pero en este largo periodo de tiempo, siendo el mayor enemigo regional de EE UU, Irán ha conseguido consolidarse como el principal poder de la zona mas violenta, pero donde están la mayor parte de las reservas de petróleo del mundo.
Hace ya más de tres décadas que el fundamentalismo shia derrocó al Sha, colocado veinte años antes en el poder por los poderes anglosajones, norteamericanos e ingleses para garantizarse el control del petróleo. El ayatollah Jomeini, apoyándose en fuerzas religiosas pero también laicas, desde liberales a comunistas, derribó la tiranía pro occidental de Reza Pahlevi para instaurar otra teocrática islamista, igual de sangrienta. Los EE UU, humillados doblemente por la caída del Sha, más la toma violenta de su embajada en Teheran, buscaron en el Irak de Saddam Husein su aliado laico sunni. Este se lanzó a una guerra contra Irán, que iba a ser “relámpago” pero duró 8 años y con más de un millón de muertos. Saddam, quien no ganó la guerra, invadió Kuwait en 1991 para recuperarse, lo que dio lugar a la primera guerra del Golfo. Esta vez contra los norteamericanos, unidos a las monarquías sunnis de la Península Arábiga.
Los conocidos hechos más recientes han sido decisivos: lasegunda guerra del Golfo con la invasión norteamericana de Irak, la guerra civil sunni-shia, primero en Irak y luego también en Siria. Otra derrota sunni que ha llevado a la consolidación de Irán como el poder regional desde sus fronteras orientales hasta el Líbano incluyendo parte de Siria, con Rusia de poder protector y con Turquía alejándose de EE UU y de la UE. Teherán, ademas, ha firmado un acuerdo nuclear con Occidente, más Rusia más China. El otro aspirante a poder regional, Arabia Saudí, poder sunni supremo ha perdido estos años sin modernizarse ni políticamente ni económicamente. Pero ahora se ha lanzado tanto hacia dentro como hacia fuera a una hiperactividad, rompiendo relaciones con Qatar, invadiendo el Yemen pero sin ganar la guerra, obligando a dimitir al Primer Ministro libanés Saad Al-Hariripara verlo dar marcha atrás al volver a su país después de una visita a París.
Arabia Saudí sigue siendo el principal aliado norteamericano en la zona, después de Israel, pero su futuro económico depende como siempre de un monocultivo, el petroleo, aunque a diferencia del pasado los Estados Unidos son ahora productores excendatarios con lo que ya no les necesitan. En este tema Irán y Rusia tienen intereses mas alienados con los Saudíes.
Es difícil ver a Arabia Saudí desbancar al pro iraní Hezbolla del Líbano. Su sorprendente apuesta de meter a Israel en otra guerra del Líbano contra Hezbollah, la única que no ha ganado, parece muy difícil de conseguir. La derrota de sus aliados sunniis en Siria deja a los Saudíes sin peones en la zona. Además de sus conflictos internos, purgas anti corrupción incluida, pero también externos, Yemen y Qatar, presentan un complicadísimo horizonte político para un país todavía con muchas estructuras feudales.
Irán, al contrario, ha demostrado tener una visión estratégicacon una disciplina implacable para llevarla a cabo, respaldando a sus aliados en toda circunstancia. Pero también una sorprendente cohesión interna, capaz de cambiar a sus líderes a través de elecciones, controladas eso si por el poder religioso. El cambio desde el extremista Mahmud Ahmadineyad al pragmático Hasan Rouhani le permitió firmar el acuerdo nuclear, necesario para levantar las sanciones que tenían a Irán postrado económicamente. EE UU, al contrario, ha sido inconstante desde la arrogancia, dejando claro que sus compromisos son temporales: ya sean con la democracia en Egipto, ya sean con los derechos humanos en Siria. Estamos ante un hecho geopolítico trascendente, que aún tiene mucho que demostrar. El riesgo de ruptura por parte de EE UU del acuerdo nuclear con Irán no parece grande los europeos han dicho que no apoyarían, pero que tampoco de momento lo haría el Congreso norteamericano.
En cambio en Arabia Saudí la estabilidad política pero también económica no parecen aseguradas. La consolidación del poder regio en manos del joven Mohammad bin Salman no va a depender de una campaña de represión interna solamente. Las aventuras en Yemen, Qatar, el Líbano son difíciles no solo de ejecutar, sino también de entender. Donald Trump no ha dejado lugar a dudas de su respaldo a su principal aliado árabe, pero no esta claro hasta donde más allá de vender armas (15.000 millones de dólares solo en armas defensivas). La última victoria de los enemigos de Arabia Saudí en la guerra contra ISIS en Siria e Irak ha contado con el soporte entusiasta de Trump y antes de Obama. A diferencia de Israel, Arabia Saudí no es popular en Washington, donde la huella saudí en los atentados del 11M llevó al Congreso, en contra de la opinión de la Casa Blanca de Obama, a abrir las puertas a demandas de particulares por responsabilidades saudíes en los atentados.
Rusia no tiene reparos en apoyar a regímenes autoritarios, o más, como estamos viendo con la Turquía de Erdogan que solo hace un año le derribaba un avión por entrar en su territorio. EE UU por unas causas, la UE por otras, están ambos en las peores relaciones con su principal aliado islámico. El Asesor de Seguridad con Carter, Zbigniew Brzezinski, acuñó a finales de los 1970, el termino “arco de la crisis” para referirse a esa zona donde Asia y Europa son frontera, crucial ya entonces para la estabilidad mundial. Hoy parece que su vértice es Irán, sin que nadie parezca poder derribarlo.
Desde la derrota en Vietnam nada le había salido tan mal a la primera potencia mundial.