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La celebración del Congreso del Partido Comunista Chino cada cinco años es siempre un acontecimiento de rango mundial.

China es ya la segunda economía del mundo, todavía el país más poblado, lleva más de diez años siendo quien más aporta al crecimiento mundial, al aumento de los precios de las materias primas, el primer o segundo cliente más importante de las principales economías, y un largo etcétera de importancia mundial. Como todo el mundo sabe China no es una democracia pero sí casi una economía de mercado. Este XIX Congreso era el de la reelección de su presidente, Xi Jinping, como líder del partido. Pero no ha sido una reelección solamente: Xi Jinping ha sido elevado a la categoría histórica de líder-pensador, un escalón que solo ocupaban Mao Zedong y Deng Xiaoping.

Muchos mensajes de estos días merecen la pena ser analizados: la indiscutibilidad del Partido Comunista como único actor político para el pueblo chino, la ambición de Pekín de ser una sociedad avanzada en términos socioeconómicos de aquí a 2030, de ser una potencia mundial antes del 2050 (100 años desde la fundación del partido por Mao, en 1949).Prosperidad económica, liderazgo mundial, partido único son todo un desafío a las ideas liberales que ganaron la Guerra Fría, una ambición a lo mejor acelerada por la renuncia de EE.UU a liderar el mundo, buscando en vez su destino en solitario. La China de Xi no va a esperar a quién venga después de Trump para dejar las cosas como están en el tablero de la geopolítica mundial.

En el mismo XIX Congreso, uno de los responsables económicos chinos más notables de la última década, Zhou Xiaochuan, gobernador del Banco Central (PBOC) introdujo durante el cónclave la idea de que su país debe evitar el llamado “momento Minsky“, la crisis económica que sigue a todo exceso de crédito en cualquier economía. Algo de lo que Japón, EE.UU o la zona euro entre otros pueden hablar en extenso, por desgracia. El propio Presidente Xi Jinping evitó hacer una referencia a un objetivo de crecimiento concreto, algo inusual en estos Congresos cada cinco años, en vez de “intenso crecimiento” se habla ya de “alta calidad”. La realidad es que el aumento del endeudamiento del sector no financiero chino ha pasado del 190% del PIB hasta el actual 236%, ya cerca del 270% donde se encontraban España, Reino Unido, EE.UU o Irlanda antes de sus respectivas crisis financieras.

China puede no ser la única locomotora

China tiene los cuatro bancos más grandes del mundo, todos públicos, que expanden o restringen el crédito no solo en función del mercado sino de las directrices del Gobierno. Hay quien piensa que esta circunstancia supone una ventaja para manejar una economía de este tamaño. Además el momento es propicio: políticamente Xi tiene todo el poder con al menos cinco años por delante, domina el Partido hasta el punto de no haber señalado ningún posible sucesor después de haber purgado por corrupción a casi 250.000 cuadros en los últimos cinco años. Económicamente la economía mundial está en su mejor momento desde hace diez años, con la mayor parte de los países desarrollados creciendo a su potencial o más, con los países emergentes atrayendo 50.000 millones de dólares anuales de capitales. China puede no ser la única locomotora en este momento de la economía mundial.

Una desaceleración en China sería algo inusual desde hace décadas, aunque haya pasado de crecer al 10% a hacerlo al 6,8%. Esto más una subida de tipos en EE.UU., pueden ser lo que faltaba para estropear la fiesta en los mercados. Sin embargo esconder la cabeza debajo del ala manteniendo un crecimiento cada vez más basado en un insostenible nivel de endeudamiento, ya excesivo, es apostar por lo que tantos países han vivido antes. El potencial chino sigue siendo inmenso, con una renta per cápita debajo de los 10.000 euros hay un largo camino para recorrer de aquí al 2030. Un camino que muchos países han recorrido, aunque solo unos pocos han llegado a la meta (Corea del sur, Singapur). La llamada maldición de los países emergentes capaces de dejar atrás el nivel de economía pobre pero no llegar a ser desarrollados es más que habitual. El “momento Minsky ” suele ser uno de los obstáculos para sociedades con grandes necesidades insatisfechas.

El Partido Comunista Chino va a tener que desarrollar una gran capacidad de liderazgo, todavía mayor una vez que cualquier democratización ha sido apartada. Las dictaduras reconocen sus errores mucho más tarde, si es que lo hacen, que las democracias. La salida de estos niveles de endeudamiento son básicamente tres: a la americana-crisis financiera; a la japonesa – una década perdida; a la china – ¿aterrizaje suave? En todo caso 2018 puede ser el año del ajuste chino. Sería una buena oportunidad para alejarse del “momento Minsky”.

Japón es Japón una vez más

Pero China no ha sido el único país asiático en elegir líderes. Japón ha tenido unas elecciones generales ganadas por el actual primer ministro Shinzo Abe, quien ha visto reforzada su mayoría conjurando la habitual maldición de convocar elecciones anticipadas. Japón es Japón una vez más. Esta convocatoria anticipada no era por razones económicas, sino más bien políticas incluso geopolíticas, con la sombra de Corea del Norte de fondo. Abe no ha ocultado que buscaba un nuevo mandato para tener armas ofensivas, prohibidas por su Constitución después de la Segunda Guerra Mundial. Algunos opinan que la política china respecto a Corea del Norte, no impidiendo la escalada de las armas nucleares ofensivas pese a controlar el 90% de sus importaciones de petróleo, ha propiciado la rotunda victoria electoral de Abe.

Japón y China nunca han sido aliados, muchas veces enemigos. Una escalada armamentística está cantada. Los demás países asiáticos se juegan mucho en todo esto, EE UU y Rusia, también. La UE mira de lejos a estos importantes mercados para sus exportaciones: 170.000 millones de euros de ventas a China, su segundo cliente mundial. Pero si en algo coinciden Pekín y Tokio es en no buscar monedas fuertes, lo que deja al euro y al dólar como alternativas para los que busquen refugio.

Así, por más de un camino, lo que vaya a suceder en Asia entre China y Japón reverberará en todo el mundo.