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El ciclo de los líderes mundiales, que definirán el futuro, empezó hace más de un año en Estados Unidos.

En las mismas fechas en las que Angela Merkel conseguía repetir por cuarta vez como canciller de Alemania, todo un récord sólo equiparable al mítico Helmut Khol, Xi Jinping, en China, y Vladímir Putin, en Rusia, se aseguraban nuevos mandatos: Xi sin límite de tiempo, Putin hasta 2024 lo que le iguala con Stalin respecto al número de años en el poder. Es pronto, además de imposible, saber quién triunfara en sus respectivos desafíos, pero para los europeos el nuevo mandato de Angela Merkel junto con el francés Emmanuel Macron supone el comienzo de la cuenta atrás de la futura reforma de la Unión Europea y la zona euro con la institucionalización definitiva de esta última, después de lo vivido en las dos crisis consecutivas de la moneda única pero antes del próximo cambio de ciclo. Respecto a la UE, la salida de Reino Unido es lo más inmediato, pero la necesidad de un gobierno europeo más efectivo, junto a la creación de un espacio europeo de la defensa, están arriba de cualquier lista de prioridades. La interlocución con Rusia, pero también con China, será crucial para la UE. En ambos casos al menos el interlocutor seguirá siendo el mismo, para bien y para mal.

El ciclo de los líderes mundiales, que definirán el futuro, empezó hace más de un año en Estados Unidos. No está claro que Donald Trump haya aprovechado esta ventaja temporal para posicionarse respecto a sus tres interlocutores mundiales, donde a priori solo la UE era aliada. Ahora ni eso está claro después del primer año en la Casa Blanca del nuevo presidente. Estos más de 12 meses no han clarificado si EE UU está pasando por una etapa estrafalaria o empezando una nueva manera de relacionarse con el resto del mundo. Quizás lo mas difícil haya sido para los europeos, donde de la certeza de una alianza atlántica histórica se ha pasado a un sin vivir. Así en los mismos días que los otros poderes mundiales elegían a sus líderes del futuro, Donald Trump echaba a su modo a parte de sus colaboradores de su primer año, dejando además claro que el proceso de despidos no ha terminado. La suposición de que el ejercicio del poder iba a normalizar al nuevo presidente norteamericano ha resultado tan ilusoria como que la riqueza económica iba a liberalizar al Partido Comunista Chino.

Pero Trump no solo se ha desembarazado de los más claros exponentes del establishment de su equipo inicial, Rex Tillerson y Gary Cohn, sino que ha llevado a la práctica una de sus supuestas irrealizables promesas electorales: la guerra comercial. Contra viento y marea Trump ha aprobado aranceles proteccionistas y ha dejado ver que no le preocupan las guerras comerciales. Con la perspectiva de solo dos semanas, parece que la medida forma parte de una estrategia para forzar a todo el mundo a cambiar de posición, dándole una patada al tablero. Algunos quieren ver en esto una plasmación de sus teorías sobre la negociación empresarial, plasmadas en su libro de casi 400 páginas El arte del acuerdo (The art of the deal), publicado hace más de treinta años.

Dónde quiere llegar Trump resulta ya más relevante de cómo lo hace, una vez que está claro que será seguro a su estilo. Desde luego, las relaciones económicas con China están muy alto en sus prioridades, a las que ha puesto una cifra: 100.000 millones de dólares de reducción del déficit comercial norteamericano con ese país, de un total 375.000 millones. Se lo dijo al presidente Xi en Mar-a-Lago en la primavera de 2017 y ahora va a por ello. Para la UE lo que le pide es colaboración en el tema chino, sabiendo que el tema es menos importante para los europeos, con los que se va a entablar una batalla real respecto a dónde pagan impuestos las grandes tecnológicas norteamericanas. Desde el principio Trump identificó a Alemania como el país a presionar, que es lo que está haciendo al introducir las exportaciones de coches germanos a EE UU como objetivo si los europeos reaccionaban frente a los aranceles del acero y el aluminio. Suspendidas estos para la UE, Alemania expone dudas sobre la pretensión francesa de poner impuestos a las grandes tecnológicas norteamericanas:Facebook,Amazon,Netflix,Google…… A veces Trump parece saber lo que hace.

Mención a parte merece el tema de Rusia. Durante estos doce meses EEUU ha endurecido las sanciones contra Rusia, a la que la actual Administración ha identificado como adversario en su nueva Estrategia de Seguridad ( febrero 2018).Sin embargo , en solitario Trump mantiene además de dejarlo claro una relación amistosa con Vladímir Putin, mientras su gobierno junto con el Congreso protagonizan medidas cada vez más contrarias a Rusia.

En sus negociaciones con Canadá y México para reformar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta, en sus siglas en inglés), Trump no ha llegado a lo que quería pero no está claro que pueda llegar nunca: la alternativa de romper el Nafta es probablemente inasumible para el propio EE UU. No será mucho más sencillo con China, con quien la economía real norteamericana ya le ha dicho que no puede aceptar una guerra comercial, aunque parece que Trump apuesta a que los chinos le darán una salida.

Caos y conflicto con los que descolocar a sus interlocutores, aliados o adversarios por igual, para sacarles ventajas es el mensaje central de El arte del acuerdo, aplicado no ya al negocio inmobiliario de Nueva York sino al escenario global, ademas a la política doméstica norteamericana. Para los poderes totalitarios chino y ruso la brutalidad del método no tiene nada de nuevo, para las democracias liberales desde UE hasta Japón, pasando por Canadá o México, es un cambio de estilo inesperado. Aunque puede que no lo jueguen mal, sobre todo si empiezan por aceptar que Trump puede durar ocho años, pese al tornado judicial que se está montando en la política interna norteamericana, donde de momento se ven arrastrados desde el FBI hasta Facebook. Ya nos advirtió el multimillonario Peter Thiel, único partidario de Trump en Silicon Valley: “hay que fijarse en lo que hace, no en lo que dice”. En poco más de un año nada es igual, todo es posible. Él mismo se definió como imprevisible.