La elección de un nuevo presidente en EE UU suele traer consigo un impulso que también se traslada y refleja en los mercados financieros. Tiene lógica, un nuevo presidente substituye a otro agotado o derrotado, suele acompañarle una mayoría parlamentaria, al menos en la Cámara de Representantes. Una nueva etapa trae optimismo.
La elección en noviembre del 2016 de Donald Trump no sólo respondió a este esquema, sino que en muchos sentidos lo superó. Desde luego en los mercados financieros recibieron con euforia al nuevo presidente, dando respaldo a sus propuestas reactivadoras: reducción de impuestos, plan de infraestructuras y reducción de las regulaciones.
Bolsas, dólar, tipos de interés reaccionaron ante las expectativas políticas de la gran victoria republicana. Bien es cierto que esto coincidió con una recuperación mundial generalizada, que había comenzado en el verano anterior.
Podemos dar por finalizada esta etapa. La promesa de crecimiento del 3% se hace ya imposible, después de ocho años largos de recuperación el camino es más hacia abajo. Ni reducción de impuestos ni nuevas infraestructuras parecen posibles a corto plazo. La realidad política republicana es no ya fragmentada, sino dividida sin margen de colaboración, lo que vendría a demostrar que la candidatura de Trump no dividió al partido sino que fue posible precisamente por unos previos profundos enfrentamientos internos.
Además, no podemos ignorar que los primeros seis meses de Trump no han acrecentado su respaldo político, aunque este se mantenga entre sus votantes. Los viajes internacionales no han sido la catástrofe anunciada por sus adversarios, pero su soledad en muchos temas globales es algo nuevo para un presidente norteamericano. Donald Trump tuvo siempre el problema de llegar coincidiendo con la previsible etapa final del ciclo económico.
Sus planes reactivadores fueron creídos de manera espectacular por los mercados financieros, lo que para muchos tenía relación con la gran cantidad de financieros de los que se rodeó y se rodea. Al final será de momento solo la reducción regulatoria financiera la que va a ver la luz , lo que no supone una mejora reactivadora para una economía ya en pleno empleo y muy baja inflación, en su noveno año de crecimiento.
El primer semestre y noviembre de 2018 serán determinantes para Trump
¿Y ahora qué? 2018 tiene dos fechas que serán determinantes para Trump: primer semestre y noviembre. La primera supone el final del mandato de los actuales presidente y vicepresidente de la FED (Janet Yellen y Stanley Fisher); en la segunda serán las elecciones para renovar la Cámara de Representantes y parte del Senado. También en el plano comercial el calendario aprieta, este mismo verano 2017 se van a celebrar las negociaciones del nuevo Nafta con México y Canadá, pero además por las mismas fechas las negociaciones con China se van a producir -sus tres principales socios comerciales-.
No es fácil creer que unos acuerdos comerciales puedan cambiar el ciclo económico inmediato, pero el actual Secretario de Comercio, Silbar Ross, comparte la visión con su presidente respecto a los déficits comerciales (-4,3%) como consecuencia de acuerdos comerciales negativos para EE UU. Poco importa que no muchos lo crean así , la retórica de proteger empleos por reducir importaciones fue central en las elecciones. No obstante, la experiencia demuestra que en toda negociación comercial pesan política y sectorialmente no solo las exportaciones sino también las importaciones, sobre todo en economías tan integradas como las de Nafta.
Castigar las importaciones de México, Canadá o China también cuesta empleos norteamericanos y perjudica el poder adquisitivo de todos los consumidores. Los mercados han dejado de temer una radical posición norteamericana con el peso mexicano cotizando ahora por encima de noviembre 2016. En estas negociaciones pesan también cuestiones políticas no sólo comerciales, con la crisis con Corea del Norte en una fase álgida una guerra comercial con China es todavía menos aconsejable. Así llegamos a las dos fechas comentadas.
Empezando por noviembre 2018, la tradición es que el presidente elegido dos años antes obtenga una derrota, más o menos grande, a mitad de mandato. Las expectativas optimistas se evaporan pronto en la democracia más fuerte del mundo. Para un presidente como Trump, quien está teniendo tantas dificultades internas pese a contar con la mayoría en ambas cámaras, gobernar sus segundos dos años en minoría puede resultar muy frustrante y hasta peligroso. En este punto entra en juego la segunda fecha del primer semestre de 2018. Sin grandes éxitos en política comercial, sin bajadas de impuestos ni grandes planes de infraestructuras, las subidas continuadas de tipos que planea la actual dirección de la FED, tanto o más para recuperar margen de maniobra antes de la próxima crisis que por riesgos inflacionistas, pueden aparecer contraindicadas para una economía que este frenándose. Al ritmo actual de subir 75 puntos básicos al año los expertos cifran en 2021 la fecha de recuperación del margen perdido de política monetaria norteamericana.
Trump tendrá en su mano la decisión de sustituir a Yellen
Como nos recordaba Alicia García Herrero, de Natixis, la semana pasada las posibilidades que EE UU mantenga su actual expansión ininterrumpida hasta 2021 son cero. En 2018 a seis meses de unas elecciones “midterm” las presiones para contar con una FED acomodaticia pueden ser inmensas para Trump, quien tendrá en su mano la elección del presidente y el vicepresidente de una institución clave para Norteamérica y para el mundo, en la cual la independencia es casi más importante que la capacidad.
El año 2018 está muy lejos, más en política, es muy cierto como también lo es que llegara indefectiblemente. En este caso que nos ocupa habrá que decidir antes los cambios en la FED que ganar o perder las elecciones “midterm”, pero es más que posible que muchos en el partido republicano piensen, según se acerque 2018, que esos cambios incidirán en quienes sean los ganadores. Para el mundo una política monetaria norteamericana sin credibilidad sería un serio problema. La vida para Trump se complicara por momentos.