No hay dos países en Europa que hayan influido tanto en el continente, para bien y para mal, desde la segunda mitad del siglo XIX como Francia y Alemania, cuyo enfrentamiento produjo guerras mundiales y su alianza, la Unión Europea.Otros países han jugado papeles protagonistas, pero Francia y Alemania han sido siempre decisivos. En tiempos más recientes, en la construcción europea -el llamado eje París- Berlín ha marcado los ritmos hasta la crisis del euro del 2010. Cuando Francia no estaba en condiciones de bloquear la posición alemana, los mercados hacían explotar las primas de riesgo de los países periféricos arrastrándolos a dos recesiones sucesivas.
Francia consiguió que sus diferenciales de deuda con Alemania no pasarán de 50 puntos básicos, cuando los de España superaban los 500. No era la primera vez que Alemania protegía a Francia -a quien salvó de la crisis de monedas de 1992- una Francia que había aceptado la política del franco fuerte en 1980 para acercarse a Alemania. Pero en 2011 el tándem se rompió y Alemania manejó la crisis del euro en solitario, hasta que en 2015 el BCE decidió comprar bonos de los países euro.
Francia ha sufrido una fuerte desaceleración económica y aumento del desempleo, pero no una devaluación interna como sí lo han hecho los periféricos. De todas maneras, los franceses votan cambio, buscando un nuevo presidente fuera de sus partidos tradicionales. Entre el nacionalismo y el europeísmo. No muy distinto de lo que hemos visto en Holanda, en UK y en EE.UU entre el nacionalismo y el internacionalismo. El sistema de la V República obligará al ganador a buscar una mayoría parlamentaria que muy bien puede no ser de su partido. Socialistas y Republicanos planean, sueñan, con tener su revancha en las legislativas y compartir el poder con la nueva presidencia. La guerra política a varias bandas continuará hasta junio.
Alemania y la UE ya han indicado su decidida preferencia por Emmanuel Macron como presidente, liberal y partidario de la globalización. Si Macron es presidente tendrá un país más o menos dividido, pero sin una mayoría política. Francia es un país con fama de rígido económicamente, pero más productivo que UK y también con menos diferencias sociales, aunque con más desempleo.
Alemania, ¿qué hará y qué puede hacer?
Francia necesita crecimiento para reducir el desempleo. La zona euro también, pero dentro del euro sin tener en cuenta a Alemania no es posible un relanzamiento económico. La zona euro llega a la superación de la crisis con más deuda total que antes. Sin más crecimiento, la deuda no bajará en relación al PIB y los intereses nominales tienen que estar por debajo del crecimiento nominal del PIB para que eso suceda. Los nuevos “malvados de Washington” han acusado a Alemania de protegerse detrás del euro para evitar un marco muy revaluado a costa de sus socios de la moneda única.
Nadie en la zona euro, ni en la UE, plantea las cosas así. Es la austeridad fiscal lo que se reprocha a Alemania. Un reproche que para el ordoliberalismo alemán es una virtud. Pero Alemania ha tenido que permitir que a través del BCE y los balances de los bancos centrales nacionales los países deudores tengan 700.000 millones de euros transferidos desde el Bundesbank, lo que en el juego de las apariencias políticas es mejor. Se nota menos que los préstamos directos.
Pero para conseguir un necesario mayor crecimiento, la zona euro necesita más de Alemania, necesita transformar su exceso de ahorro (8,5% del PIB) en inversión. Los inversores alemanes invierten cuatro euros más fuera por cada euro que los extranjeros en Alemania. Una economía disciplinada y ahorrativa, pero rígida y envejecida cuya población ya decrece. Un líder serio y austero para la zona euro, cuyos modelos sociales (bancarios , comerciales , jurídicos) no quiere cambiar nadie con fuerza electoral significativa. Le Pen o Macron, con quien formen su mayoría parlamentaria, tendrán que seguir reformando la economía y la sociedad francesa, pero ¿podrán convencer a los alemanes para que hagan lo mismo?