Podemos podría ser el partido estatal más afectado por la crisis separatista catalana, teniendo que suspender a su propia dirección en esa comunidad por querer aliarse con los separatistas.
Decía Santa Teresa, en una de sus frases más repetidas, que “se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por las no atendidas”. Esto viene a cuento sobre la necesidad de una segunda transición, según la formulación hecha por Podemos y por otros partidos, algunos nacionalistas. El hecho de que la primera transición estuviera basada en el consenso político, no en la ruptura, lleva a estos proponentes a pretender que aquel consenso fue impuesto por los llamados “poderes fácticos” a los partidos políticos democráticos.
A eso añaden que una parte de la actual población, la más joven, no pudo votar la Constitución de 1978 para reclamar una reforma constitucional. La crisis catalana ha producido ya, como era de prever, un cambio en la agenda política en España, cuando antes de su estallido la superación de los efectos de las dos crisis económicas, junto con la construcción europea post Brexit y para afianzar el euro, eran los temas que iban a dominar el futuro debate político español.
La intentona separatista en Cataluña, con sus antecedentes parlamentarios arrollando a la oposición desde principios de septiembre 2017, ha puesto en el debate español políticas de muchos años atrás. La respuesta al separatismo no ha sido la violencia sino la necesidad de reafirmar el sentimiento patriótico español, para sorpresa de los separatistas. Los sectarios efectos de la politización nacionalista en la educación se presentan ya como una necesidad nacional.
El separatismo se percibe como el mayor riesgo de la democracia española. No es tanto, o no solo, un debate territorial como una necesidad de dotar al Estado democrático de los instrumentos necesarios para defenderse, antes de llegar a la aplicación del artículo 155 con la suspensión de la autonomía. Todos los españoles sabemos que el Estado de las Autonomías tuvo en su origen precisamente en dar a los nacionalistas catalanes y vascos un marco político para desarrollar su autogobierno. Hoy, transcurridos 40 años, desarrollado totalmente el Estado autonómico la pregunta es si el nacionalismo es de fiar, para la democracia española.
Seguramente este debate no era el que Podemos y sus socios tenían en mente como segunda transición. Este tema parece que traspasa la división política, social y la separación ideológica de izquierda frente a derecha. Así, Podemos podría ser el partido estatal más afectado por la crisis separatista catalana, teniendo que suspender a su propia dirección en esa comunidad por querer aliarse con los separatistas. Aunque el resultado de las elecciones convocadas para el 21 de diciembre dará inevitablemente una nueva luz a todo lo que estamos viviendo.
La aparente decisión de los partidos separatistas de acudir a esas elecciones convocadas por el Gobierno español, contradictorio sin duda con haber declarado la independencia de España, llevará a una legislatura catalana donde la independencia, o un sucedáneo confederal, serán de lo que se trate, si obtienen más escaños que los constitucionalistas. Como la legislatura pasada, pero más. En esas circunstancias el Parlamento Nacional tendrá que afrontar las distintas opciones de lo que será la segunda transición, con el tema de la unidad nacional más o menos explícito.
Los constitucionalistas no parecen tener una agenda única
Los partidos constitucionalistas, que tan bien han actuado juntos las últimas semanas no parecen ahora tener una agenda única: Ciudadanos busca un compromiso preelectoral (el de la lista más votada) para gobernar juntos frente al separatismo, pero PP y PSOE no parecen dar ese paso por ahora. Los dos partidos mayoritarios, aunque menguados, llevan ya dos años buscando un modus vivendi en un mapa político en el que ya no son hegemónicos.
Hace solo un año el socialismo tuvo que echar a su entonces Secretario General, Pedro Sánchez, para dejar gobernar a Rajoy. Hoy con Pedro Sanchez de nuevo como líder del PSOE la insurrección separatista ha llevado a una unión con Rajoy para suspender la autonomía catalana.
La convocatoria inmediata de elecciones ha servido sin duda para forzar a los partidos depuestos a centrarse en las nuevas elecciones, en vez de en reaccionar contra la aplicación del 155. Pero esa reacción estará en la campaña electoral, aunque ofrecer independencia otra vez chocaría con la realidad empresarial e internacional. Desde otro ángulo, la convocatoria de elecciones inmediatas en Cataluña, presupone aceptar el engranaje educativo-comunicación que nos ha llevado hasta aquí, apoyándose en una ley electoral sesgada a favor de las zonas con más voto nacionalista.
Es pronto para saber si “las desgracias nunca vienen solas” o si ” no hay mal que por bien no venga”. Pero lo vamos a ir sabiendo en próximas fechas, de momento el toro está en la plaza. Quien sea capaz de movilizar a los suyos sin asustar a los demás tiene de las de ganar. Los votantes no separatistas, que habitualmente no votaban en las elecciones autonómicas, pueden tener su última oportunidad este diciembre.