El Islam, a diferencia del cristianismo en general y del catolicismo en particular, carece de una Iglesia jerarquizada responsable del dogma y la organización.
El segundo ha sido en Barcelona, el 16 de agosto de 2017, y suma hasta ahora 15 victimas.
El primero se produjo dos días antes de unas elecciones generales con una decidida intencionalidad política y tuvo un claro efecto en la campaña con ataques a las sedes del PP entonces partido gobernante el día de reflexión, con SMS de responsables socialistas alentando esos ataques. No ya sólo el resultado electoral sino la confianza política se quebró para bastante tiempo.
Una comisión parlamentaria investigo políticamente los ataques y por desgracia agrandó la división. Por este motivo, ademas de otros, los dos principales partidos no pactaron nada en dos legislaturas -ni el nombramiento del gobernador del Banco de España- y casi se quebró el consenso antiterrorista cuando el PSOE intento pactar con ETA el fin de la lucha armada.
Sólo la presión del BCE ya en septiembre de 2011 forzó un acuerdo para reformar la Constitución en materia de compromiso con el déficit publico ya en plena crisis del euro y del PSOE.
Para una parte de la opinión política, la izquierda, el ataque de 2004 fue una consecuencia del respaldo político de Aznar a la segunda guerra de Irak. Para la otra parte fue un atentado suciamente utilizado para ganar unas elecciones que se tenían perdidas por Zapatero.
Otra consecuencia fue un enfriamiento casi total de las relaciones con EE.UU que aun dura pese a que el Gobierno Zapatero le dio su mayor base en el Mediterráneo al ejercito norteamericano y acabó apoyando en la ONU la presencia norteamericana en Irak. La investigación judicial nunca aclaro quien había sido el cerebro del ataque, aunque sí que vino de Marruecos. Cualquiera que hubieran sido los objetivos políticos de Al Qaeda en el atentado lamentablemente los consiguió.
El segundo atentado en Barcelona se enmarca en la tercera guerra de Irak, en este caso los países afectados son muchos más: Irak, Siria y Yemen, pero también Irán, Turquía, Rusia, Egipto, Libia, Arabia Saudí, los países al sur del Sahara como Niger hasta Nigeria, la UE, EE.UU… Una verdadera jihad, una guerra santa con sunís contra shias y cristianos.
Los ataques de Barcelona y Cambrils han producido una inicial y rotunda reacción de lo que la izquierda española llama “la gente” ante la cual administraciones publicas y partidos políticos han buscado la unidad -incluido el pacto antijihadista-.
La responsabilidad completa se ha hecho caer sobre los terroristas -la mayor parte muertos por disparos de los Mossos-. Estos, como responsables de la lucha antiterrorista en Cataluña, se enfrentan a criticas por errores u omisiones que dado el ambiente cainita son recibidos por los nacionalistas catalanes como ataques a Cataluña.
Quizás lo peor de todo es la consolidación de la división de la lucha antiterrorista según competencias administrativas y en contra de la experiencia nacional e internacional que demuestra una y otra vez la necesaria unidad de mando en una guerra declarada y compleja como esta.
En este caso la participación española contra ISIS es poco discutida habiendo sido votada en el Congreso por una amplísima mayoría. En la primera guerra del golfo España permitió el uso de bases en suelo español para bombardeos directos sobre Irak pero sin respaldo político público. En la segunda se dio respaldo político expreso, pero no se aporto ninguna ayuda militar hasta finalizada la guerra. En la tercera guerra se han dado ambos con un amplio respaldo político.
Un aspecto muy relevante de estos atentados en Cataluña ha sido el protagonismo del Iman de Ripoll, Abdelbaki Es Satty, como cerebro y líder del grupo terrorista. Este hecho pone de relieve el carácter religioso de la jihad frente a Occidente que ya no sabe como afrontar políticamente temas religiosos.
El Islam, a diferencia del cristianismo en general y del catolicismo en particular, carece de una Iglesia jerarquizada responsable del dogma y la organización. Sin embargo, ha sido a través de la religión como se ha extendido el jihadismo. Es aquí donde el papel de Arabia Saudí cobra importancia con su sostenida financiación del wahabismo, un Islam extremista que da soporte religioso a la intolerancia jihadista.
Muchos países, entre ellos EE.UU, se encuentran ante el serio problema de definir sus relaciones con el principal productor de petroleo, aliado frente a Rusia e Iran y un país feudal impulsor de un Islam extremista. EE.UU acaba de firmar un macro acuerdo armamentístico mientras su Congreso daba vía libre a las reclamaciones contra Arabia Saudí por el 11 S. En este tema también juega Irán , país shia enemigo principal de Arabia Saudí que también tiene sus tentáculos en países occidentales .
Todos los países musulmanes tiene un Ministerio de Asuntos Religiosos que entre otras cosas controla lo que dicen los imanes en sus mezquitas.
En una España sacudida por un fervor laicista que se resiente de las cabalgatas de Reyes Magos, las procesiones o las medallas concedidas a la Virgen parece misión imposible ocuparse políticamente de una religión. Tampoco sera sencillo que los musulmanes españoles acepten que su religión sea responsabilidad de la lucha antiterrorista.
Pero aunque para nosotros sea incomprensible, esta gran guerra tiene componentes religiosos esenciales. La marcha de la guerra en el terreno de Irak y Siria parece decidida a favor de la heterogénea coalición anti ISIS sin que eso quiera decir que la guerra en los países islamicos como en nuestros territorios este pronta de finalizar como Cataluña ha vuelto a demostrar con los terroristas jihadistas, menores de edad nacidos en España y aparentemente integrados en nuestra sociedad. Imanes y familias serán capitales para extirpar el terrorismo jihadista en Europa. Cuanto antes se explicite políticamente, mejor.