En el año 1992 un advenedizo a la política nacional norteamericana, gobernador de Arkansas a la sazón, derrotó en la carrera a la presidencia al ilustre George H. W. Bush, Presidente los 4 anteriores años, Vicepresidente los 8 anteriores.
Bill Clinton se presentó como un líder en contacto con la gente , que ponía música de FleetwoodMac ( “Go your own way”) en sus mítines y señalaba la economía como la cuestión central para los electores. Hoy la riqueza real de los países desarrollados ha crecido un 70% en términos reales desde 1992.
En 2016 , Jeff Bush primero y Hillary Clinton después fueron derrotados por otro advenedizo, esta vez sin ninguna previa experiencia política, que también conectó con el electorado, Donald Trump, constructor billonario y artista de reality en televisión. La economía norteamericana llevaba 8 años de crecimiento, con un 4% de desempleo, pero muchos votantes estaban no enfadados, furiosos, con respecto a una clase política a la que no entendían ni les entendía.
Meses antes los votantes ingleses decidieron dejar la UE -bajo el slogan de “fuera los expertos”- y hoy tienen ya una cuenta de “divorcio” de 50-60.000 millones de euros. Todavía falta por saber cómo van a poder comerciar en el futuro con su principal cliente, la UE. El Banco de Inglaterra calcula esta semana que el abandono de la UE le costará al Reino Unido 10.000 millones al año.
La economía, el bienestar van por barrios, pero son racionales, incluso medibles. La pertenencia, ya sean blancos en Norteamérica, británicos o catalanes en Europa, es otra cosa. La política siempre ha tenido un fuerte componente emocional, pero hasta hace poco creíamos que los electores colectivamente no se equivocaban. ¿Se equivocan ahora ?
Cada caso es distinto, el tiempo pondrá las cosas en su sitio. En EEUU la realidad es un gobierno republicano clásico, hasta ahora con un residente impredecible en sus tweets. Las recientes medidas de subidas de aranceles a China y Corea del Sur pueden ser el principio de las guerras comerciales que Trump había ofrecido a sus seguidores. Subidas de unilaterales aranceles ha habido siempre, reacciones y represalias también. Pero uno nunca sabe que “ultima paja romperá la espalda al camello”. Algunos piensan que la inexplicable debilidad del dólar es un claro síntoma de que los mercados están perdiendo confianza en el liderazgo norteamericano, aunque los niveles récord de sus bolsas indiquen lo contrario. Los votantes de Trump querían un “America first” a cualquier precio. Puede que el precio sea inesperado. Como lo va a ser para los británicos pro brexit, para los nacionalistas catalanes la independencia, ante la imposibilidad de compaginar sus ilusiones nacionalistas con su realidad económica.
La crisis catalana
En España, la crisis catalana es muy difícil que desemboque en una república independiente, por la sencilla razón de que ni la mayoría de los españoles ni de los catalanes la quieren. ¿Qué buscan ahora los independentistas? ¿Recuperar el orgullo, demostrar su frustración? ¿Será el tiempo, siempre sabio, el que remanse las aguas? Puede que haga falta bastante tiempo. Pero en la política española también hay otra negación, al menos parcial, de la importancia de la economía.
El PP gana elecciones con muy bajos apoyos, con una economía creciendo por encima del potencial que crea 500.000 empleos anuales. Lo nunca visto. Es cierto que sigue siendo el primer partido, luego los españoles lo prefieren de gobernante siempre y cuando no pueda hacer nada. ¿Es este una demostración de que los votantes no se fían de nadie? ¿Están esperando a que algo pase, a que alguien nuevo aparezca? No parece que busquen una alianza de izquierdas en el poder, ya que la planteada en marzo del 2016 la rechazaron en las elecciones de junio del mismo año. ¿Buscaban más un gobierno de centroderecha, PP más Cs? Parece mas que probable.
Pero eso no es lo que tienen. La alianza para la investidura de Rajoy en octubre 2016, está ya en derribo. El gobierno parece dar por sentado que no habrá presupuestos este año, porque nadie le apoya para ello. Las razones por las que sí tendrá respaldos en 2019 son desconocidas. Para el PP la necesidad de una agenda política de futuro se confunde con explicar que “España no fue rescatada”, aunque nadie de verdad nos hubiera ofrecido un rescate.
¿Un argumento que solo consiguió 125 diputados hace tres años, va a ser definitivo en 2019-20? Es difícil de creer. Pero si no es la economía, a lo mejor son las personas.
El PSOE no tiene mecanismo para cambiar a su líder más que una renuncia de Sánchez. Si no, la solución vendría inevitablemente por renunciar a la presidencia del Gobiernoen una futura coalición. Podemos también apuntaló a su líder recientemente, pero su soledad sin equipo estable no indica liderazgo, sino incapacidad de rodearse de colaboradores solventes.
El PP lleva 14 años con el mismo líder. En ese tiempo ha ganado ampliamente a nivel nacional solo una vez, gracias a prometer los resultados económicos conseguidos 8 años antes. Desde ese momento todo ha ido cuesta abajo: municipales, autonómicas, europeas y nacionales. Eso sin contrincante alternativo creíble. ¿Puede el PP cambiar de líder? Debe.