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La explosión de la llamada crisis del euro en 2010 introdujo una división política y social, que ya existía en términos económicos. La división entre deudores y acreedores. La existencia de déficits y superávits por cuenta corriente era, desde luego, una realidad entre las diferentes economías de los países euros, desde mucho antes de la moneda única. Para algunos el euro venía a superar esa situación al eliminar el riesgo cambiario en el mercado único y así integrar todavía más a las economías europeas.

No otro que el BCE en la primera parte de los años 2000 afirmaba que los déficits por cuenta corriente habían dejado de tener relevancia para los países euros. Al fin y al cabo la financiaón se hacía en euros y los ahorros se podían mover libremente de una economía a otra. Sabemos ya que esa verdad era relativa, temporal, la financiación de las deudas privadas se traslada rápidamente al sector público y los mercados pueden dejar de financiar un país euro tan rápido como a cualquier otro, con la característica de que los países euro no tenían un claro prestamista de último recurso. La siguiente pregunta era si era compatible para algunos países deudores la pertenencia al euro con la reducción de la deuda.

La famosa frase de Mario Draghi de hacer “what ever it takes” por el euro el verano del 2012 en Londres salvo el euro, al identificar que el BCE era el pretamista del último recurso de la moneda europea. Los decisión en 2015 del BCE de comprar deuda, primero pública y ahora también privada, avanzó en esa dirección. Así la mayoría de los países euro se financian hoy a menos de dos años a tipos negativos, algunos como Alemania lo hacen ya a diez años, todos los países euro menos Grecia se financian por debajo de EE UU.

Sin embargo la recuperación económica de la zona euro no ha conseguido reducir las deudas del conjunto de sus economíaspor debajo del nivel de 2007/2008. Y fue la negativa de los mercados a financiar las deudas la que género la crisis del euro en 2010. La experiencia nos enseña que la reducción de la deuda depende que los interesé nominales estén por debajo del crecimiento nominal. A partir de 2015 la zona euro está por fin en esa situación y las perspectivas de la reducción de la deuda son ya positivas, aunque es un camino que requiere su tiempo.

Pero la reducción de la deuda por sí sola es insuficiente para relanzar el crecimiento y la creación de empleo. Esta semana el FMI ha hecho pública sus previsiones para la zona euro, reduciendolas sobre las hace tres meses. El efecto Brexit es identificado por el FMI como una causa de este empeoramiento, aunque aún no sabemos ni cuando ni como se va a producir. Muchas voces apuntan a que sólo los tipos de interés no relanzan la economía, dados los altos niveles de deuda existentes, y apuntan a la demanda agregada como el motor que hay que relanzar. El propio FMI señala a la inversión en infraestructuras a nivel de EU como una palanca necesaria, dado además los históricamente bajos tipos de interés. El llamado Plan Junker esta ya sobre la mesa, pero con una lentitud excesiva en su desarrollo. También la Unión Bancaria está a medio camino, estancada en la Garantía de Depósitos a nivel euro.

La respuesta mecánica a la crisis planteada por la posible salida del Reino Unido de la EU ha sido “lo que necesitamos es más Europa”, como en todas las crisis anteriores. Pero esta vez a continuación se han oído muchas voces en contra de dar mas poderes para la EU y la Comisión. Es más, hay fuertes corrientes en los países centrales de devolver poderes a los gobiernos nacionales. No parece pues que vayamos a asistir a un salto político hacia mas unión, con elecciones nacionales en Francia y Alemania en 2017. Un buen plan de inversión pública a nivel EU con ingredientes sociales ( empleo juvenil y paro de larga duración ), finalizar la Unión Bancaria y financiación estable muy barata por parte del BCE a gobiernos y empresas es mucho más que nada. Además todos esos temas están sobre la mesa. No debería ser muy difícil ofrecérselo a los ciudadanos.