Dos debates se han ido superponiendo respecto a la salida de la crisis del 2007/08 en el mundo desarrollado: la necesidad y utilidad de la austeridad fiscal y el límite de efectividad de la política monetaria. El primero ha tenido varias fases: en 2008 el G 20 respaldó una salida de la crisis con gasto público que fue impulsada por dos socialdemócratas (Gordon Brown y Dominique Strauss Khan). China siguió este camino de manera decidida y ayudo mucho a la economía mundial, aunque a costa de aumentar sus niveles de deuda, lo que ahora limita su capacidad de maniobra.
EE.UU utilizo dinero público en salvar sus bancos y después apostó por la política monetaria, con casi diez años de tipos cero a corto hasta diciembre de 2015. La zona euro al contrario aplico una doble austeridad, fiscal y monetaria, incluso subiendo tipos en 2011, agravó todos sus riesgos asolando sus economías más endeudadas. Japón lo ha intentado todo en políticas expansivas, pero volviendo a subir el IVA en 2014 freno su recuperación.
Al final todas las economías desarrolladas han acabado con expansiones monetarias (QE), con efectos decrecientes sobre el crecimiento y crecientes sobre la volatilidad en los mercados, mientras la aparición de tipos de interés negativos disloca los sistemas financieros.
Recientemente Canadá primero, UK después con la excusa del Brexit, han vuelto a la expansión fiscal. Japón, frustrado de que nada parece reactivar su economía, acaba de anunciar un paquete fiscal de unos 200 mil millones de euros para respaldar su introducción de tipos de interés negativos. Japón podría anunciar también la utilización de deuda perpetua, comprada por su Banco Central, en un paso más hacia la Política Monetaria 3 para algunos, pero no exenta de inmensos riesgos de salida.
Los dos candidatos a la Presidencia de EE.UU están planteando en sus programas una expansión fiscal dirigida a las infraestructuras y el mismo FMI aconseja aprovechar los bajos tipos de interés de la deuda pública a los países que tengan margen para endeudarse.
En la zona euro, hasta ahora, sólo el BCE ha apostado decididamente por políticas expansivas. Entre los países los hay que difícilmente podrían hacerlo dados sus actuales niveles de deuda y los que podrían pero no creen en ello. La posibilidad de una inversión en infraestructuras desde la Comisión Europea avanza lentamente. Mientras se busca como revertir el euro pesimismo de los ciudadanos.
Esta aparente contradicción de pesimismo sobre mas integración europea y falta de márgenes de maniobra fiscal a nivel nacional podría/debería dar paso a políticas de gasto dirigidas directamente a los ciudadanos, financiadas con emisiones de deuda europea. Aquí, y para quienes creen en ello, las reformas estructurales podrían jugar un papel de quid pro quo.
Desgraciadamente no es fácil que suceda: los gobiernos nacionales siguen queriendo ser ellos los que solucionan los problemas de sus votantes y los países acreedores recelan de toda mutualización, aunque los programas del BCE sean precisamente eso.
Puestas las cosas así, la inmensa liquidez generada en la zona euro solo llegara a los ciudadanos a través de una reactivación basada en el incremento de la riqueza generada por el valor de los activos, muebles e inmuebles, y del crédito bancario. Difíciles caminos para contrarrestar el sentimiento de desigualdad. El debate político en UE se reparte en los que ofrecen más de lo mismo y los que ofrecen ruptura y riesgo. El Reino Unido con su torturada relación con UE nos enseña este camino en círculos sin avance. Donald Trump puede ser la versión norteamericana malhumorada de esta senda en círculos.
Con niveles de riqueza históricamente récord los países desarrollados han perdido el nexo entre libertad económica, globalización y prosperidad individual. Los tradicionales instrumentos para aumentar la igualdad de oportunidades, los salarios y el gasto público, no generan la confianza social que tenían. La búsqueda de nuevos relatos ideológicos de momento va por el populismo, lo que acaba asustando a la mayoría. Algo tiene que cambiar en las ideas sociales y políticas para que los instrumentos económicos sean más eficaces y creíbles.