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En solo seis días, el más famoso indice bursátil norteamericano, aunque no el mejor técnicamente, el Dow Jones, ha pasado de lograr su mayor nivel histórico a la mayor caída en los registros, de la mínima volatilidad en los últimos 12 meses a la más intensa en un solo día, el pasado lunes 5 de febrero.

Poco importa que los ciclos económicos, la inflación, los tipos de interés no tengan la misma dinámica. La economía estadounidense lo arrastra todo

El mundo circundante no había cambiado, ni política ni económicamente. Seguimos en una intensa recuperación mundial, que alcanza a la mayor parte de los países, muchos de los cuales están superando los niveles de renta o de empleo anteriores a la crisis financiera de 2008. Los índices bursátiles empezaron a recuperarse al día siguiente en Estados Unidos, dos días más tarde en Europa y Japón. Pero lo primero que vemos es la sincronización mundial de las Bolsas, poco importa que los ciclos económicos, la inflación, los tipos de interés no tengan la misma dinámica. La economía estadounidense lo arrastra todo, buen recuerdo para aquellos que esperan el final de su imperio a la vuelta de la esquina. También un dato más de que la diversificación ha variado con la globalización.

Las caídas bursátiles de esta semana no parecen estar basadas en los datos fundamentales corporativos o nacionales

Añadamos que una gran parte de las ventas, de las perdidas, están en las posiciones que apostaban contra la vuelta de la volatilidad a los mercados (índice VIX), quienes se habían enriquecido durante 2017 ante su ausencia. Algunas voces nos dicen que la vuelta de la volatilidad antecede a la crisis, aunque la ausencia total de la misma era claramente una anomalía más en el funcionamiento de los mercados, como consecuencia de la intervención de los bancos centrales. Las caídas bursátiles de esta semana no parecen estar basadas en los datos fundamentales corporativos o nacionales. No olvidemos que el mismo índice DOW Jones está hoy un 20% por encima de hace un año.

El elemento del cambio sería la inflación que todavía no se ha despertado, aunque cuando lo haga puede hacerlo muy deprisa

Es obvio que los mercados financieros quieren saber cómo afectará a las cotizaciones el hecho de que los bancos centrales dejen de comprar bonos e incluso acciones. Pero la verdad es que solo la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) lo ha hecho. El Banco Central Europeo (BCE) mantiene sus compras, eso sí a menor ritmo, de 80.000 a 30.000 millones de euros mensuales, además no se plantea subir tipos. Por su parte, el Banco de Japón (BoJ) sigue comprando activos e interviniendo en el mercado. Los datos de empleo han mejorado en estas tres economías, pero los salarios sólo crecen en EE.UU.,un 2,9% en los últimos 12 meses. La inflación en la economía estadounidense empieza a acercarse al objetivo del 2% de la FED, no así en la zona euro o en Japón. Son los tipos tanto a largo como a corto los que suben en EE.UU., arrastrando aquí también a los alemanes, los únicos relevantes de la zona euro a nivel mundial, aunque no así los japoneses que están intervenidos por el BoJ. ¿Ven los mercados en estas subidas del precio de los bonos el fin de un ciclo? Es muy probable que sí, aunque estamos hablando por el momento de tipos a diez años por debajo del 3% en EE.UU., o del 0,7% en Alemania, ambos niveles históricamente bajos.

La nueva Administración de Estados Unidos no va a dejar fácilmente que el ciclo alcista se acabe

El elemento del cambio sería la inflación que todavía no se ha despertado, aunque cuando lo haga puede hacerlo muy deprisa. Muchos de los elementos que favorecen las presiones inflacionistas están presentes en EE.UU.: empleo, salarios, parte final del ciclo, aumento de la emisión de deuda pública para alargarlo bajando impuestos e incluso aumentando la inversión en infraestructuras. Aun así no es probable una subida desbocada de los precios. Más bien la duda que se plantea es si la FED no va ya por detrás de la curva, si tanto el precio de las acciones como el de los bonos son sostenibles, si estamos ante sendas burbujas. Teoría sostenida nada más y nada menos que por Alan Greenspan. Por otro lado, la incertidumbre no ha llevado el dinero hacia el refugio tradicional del oro, sino hacia la deuda pública estadounidense, saliendo de las acciones del mismo país.

Desde hace ya más de un año, todos nos hemos dado cuenta de que la nueva Administración de Estados Unidos no va a dejar fácilmente que el ciclo alcista se acabe. La inyección de dinero para empresas y familias de más de 1,3 billones de dólares, a través de la reforma fiscal aprobada el pasado diciembre, lo atestigua. Aunque muchos creen que eso solo retrasará un tiempo el comienzo de la desaceleración, añadiendo sin embargo leña al fuego de los tipos ante una mayor emisión de deuda pública ¿Duda el mercado de la independencia del nuevo presidente de la FED, Jerome Powell que justo esta semana ha asumido el cargo? Como vemos estos días, por desgracia, en EE.UU. la batalla política sobre el russiangatepuede llevarse por delante el prestigio del FBI, lo que indica un creciente ambiente político de “vale todo”. La FED va a tener que tomar decisiones con repercusiones políticas tanto en 2018, con elecciones de mitad de mandato, como en 2019 y 2020 con elecciones presidenciales. ¿Están los mercados financieros probando el carácter del nuevo presidente de la FED? De momento se mantiene el supuesto de que Powell subirá tipos en marzo.

Hay desde luego una forma optimista de tomarse lo que acaba de suceder en los mercados. Si la volatilidad surge por la vuelta a la normalidad en las políticas monetarias, por el miedo a inflaciones moderadas del 2%, nadie puede quejarse demasiado. Lejos estamos de los miedos a una deflación destructora extendida por todos los países industriales, como se temía en plena crisis. La vuelta a la ortodoxia monetaria supone el final de la llamada represión financiera a costa de los ahorradores, también a que los bancos centrales recuperen margen de maniobra antes de la próxima desaceleración, ya que con tipos negativos poco se puede hacer para reactivar una economía. La pendiente de la curva de tipos está haciéndose más empinada. Es lo natural: pagar más por las deudas a más largo plazo. La innegable recuperación económica en todo el mundo, con inflaciones bajas en casi todos los países, materias primas recuperadas pero no en exceso, tasas de paro cayendo y con el comercio mundial creciendo son una magnífica base para el futuro. Una situación que hacía más de diez años que no se producía. Si las Bolsas reflejan más la realidad y menos la ingeniería financiera, serán más sostenibles, sin olvidarse de que son negocios con un alto componente especulativo: adivinar el futuro.