En la Inglaterra de 1960, en plena liberación sexual, los Kinks cantaban “Lola”, la historia de un sorprendido provinciano ante un travesti de Londres preguntándose que era ser un hombre en un mundo tan confuso. Esta semana, desde el Foro Económico Mundial en Davos, el presidente chino Xi Jinping defendía la globalización como instrumento de progreso para todos, mientras dos días más tarde desde Washington el nuevo presidente Trump acusaba al libre comercio de llevarse la riqueza de la clase media. ¿Qué está pasando en el mundo? ¿Estamos ante una manipulación retórica por ambas partes? China ha sido sin duda uno de los grandes beneficiarios de la globalización convirtiéndose en tres décadas en la segunda potencia económica mundial y es la causante de que la pobreza en el mundo se haya reducido a la mitad.
Pero China no es, al menos totalmente, una economía de mercado sometida a tribunales independientes y con una moneda totalmente convertible. EE.UU es la mayor economía del mundo con una de las más altas rentas per cápita, seis veces más alta que la de los chinos y con total libertad económica y política. En Asia aún se cuenta el chiste de que “la India es un país con ley pero sin orden mientras China es un país sin ley pero con orden”.
Esta misma semana el otro gran país anglosajón y anterior líder mundial, Reino Undio, anunciaba la voluntad de separarse totalmente de la UE para proseguir una andadura en solitario, eso sí, como país totalmente comprometido con el libre comercio pero con una política inmigratoria restrictiva; a ver cómo se come eso ¿Están los países anglosajones, al menos los dos más importantes, abriendo las puertas a un mundo nuevo dominado por el nacionalismo en las relaciones internacionales? Esto es lo creen los partidos nacionalistas de derechas en Europa.
Países ricos pero viejos quieren recuperar capacidad de maniobra para defender a sus poblaciones, económica pero también culturalmente. La globalización ha traído productos baratos, pero aparentemente fabricados fuera (el 40% de lo que tienen los coches fabricados en México viene de EE.UU) y sobre todo inmigración, que abusa de la sociedad del bienestar tan trabajosamente conseguida por las clases medias nacionales. Los dos países anglosajones quieren en gran parte rediseñar las relaciones con sus socios: Canadá y México, la OTAN y la UE, Japón y Korea. Los grandes éxitos de la política exterior norteamericana del siglo XX se ponen en cuestión pero también sus relaciones con sus adversarios, Rusia y China se replantean: si Nixon y Kissinger se aliaron con China en 1970 para aislar a Moscú, ahora parece que se quiere hacer lo contrario.
No es la primera vez que el partido republicano quiere replantearse el status quo mundial. La primera victoria de George W. Bush supuso un planteamiento teórico de la falta de límites del poder ideológico americano. Después vino Irak, Lehaman y Obama, con su liderazgo desde atrás. Ahora se plantea “America first ” como principal vector para entender y entenderse con Norteamérica. Las relaciones internacionales siempre han estado basabas en los intereses nacionales: “Inglaterra tiene aliados coyunturales pero intereses permanentes” decía Lord Palmerston a mediados del siglo XIX. Lo que pasa es que los demás países son de la misma opinión y ahí está el quid de la diplomacia. Las alianzas internacionales tienen otros componentes sociales, étnicos y políticos, hasta históricos, que no sólo se explican por los intercambios económicos. Rusia quiere demostrar que sus amigos pueden contar con ellos siempre y China tres cuarto de lo mismo, al igual que Irán.
Pero además en un mundo globalizado, amenazar comercialmente a México produce la depreciación del peso, lo que aumenta su competitividad en el mercado norteamericano, como le recordaba a Trump desde Davos Larry Summmers, hombre con amplísima experiencia en gobiernos norteamericanos. Mucho más se pueden sorprender los norteamericanos si el próximo presidente mexicano es López Obrador, también nacionalista y antisistema ¿Es Norteamérica pionera, o inconsistente y no fiable? Guste o no esa es una pregunta inevitable después de Bush (Irak), Obama (la primavera árabe) y ahora Trump.
Trump ha demostrado que sabe ganar en condiciones difíciles, que puede atraer a personas muy capacitadas y sofisticadas con vidas ya plenas en muchos aspectos y ha sabido plantear como nadie en el mundo las contradicciones e insatisfacciones de la clase media de su país: EE.UU. Y no por culpa de Trump es hoy un país mucho más dividido y pesimista que hace 15 años, antes de Bush y Obama. Hace décadas se decía cuando Noteamérica estornuda el mundo cogía una gripe. Es lo que hay. Aunque revisar alianzas de décadas no quiere decir que se sea capaz de mantenerlas. UK es otro caso, con otras repercusiones. Pero es bueno recordar que en 1970, cuando entró en el entonces Mercado Común, su renta per cápita era de 2.300 dólares y hoy es de 41.200.
Su capacidad de dominar las negociaciones con la UE, su principal socio económico, son limitadas: llevarán años y el orden de los acontecimientos puede no serles muy favorable. Primero la separación, después las nuevas condiciones y entre medias un largo período. De momento ni han invocado el artículo 50 para empezar formalmente y desde luego nada estará de decidido en 2019 cuando se convoquen sus próximas elecciones generales, si no se adelantan. No parece pesimista esperar tiempos difíciles para UK, aunque Trump ha prometido ayuda. Pocas lágrimas se van a derramar en el Continente por dejar de lidiar con los conservadores británicos, aunque Inglaterra ha sido una muy buena influencia dentro de la UE y no tiene claro sustituto.
No parece sensato pensar que Trump no va a ser Trump o que no habrá Brexit. Puede que a muchos no les venga bien, entre ellos a los europeos a medio camino una vez más a los que Trump parece que va a obligar a pensar en su defensa, contando menos con los EE.UU. Los chinos nos dirían que una crisis no debe desperdiciarse, hay toneladas de libros de autoayuda en todas las estanterías de nuestras librerías. Vamos a un mundo más multipolar después solo 25 años de hegemonía en solitario de EE.UU y 75 de lo que llamamos Occidente. EE.UU ha decido perder influencia y otros ocuparán los vacíos.
No será fácil para los principales aliados históricos de Norteamérica, pero tampoco lo va a ser para ellos mismos. Rusia y China pensarán “mira por dónde resulta que vamos a tener lo que queríamos”, al menos en parte, sin mover un dedo. Los norteamericanos también tienen sus refranes: ” truth is stranger than fiction”(la verdad es más sorprendente que la ficción).