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El Gobierno español acaba de anunciar a sus ciudadanos que va a facilitar el cambio de interés variable a fijo en las hipotecas tras la histórica y larga (20 años) etapa de cada vez más bajos tipos variables, que han beneficiado a los deudores españoles, europeos en general, desde la llegada de la etapa euro, incluso varios años antes de su nacimiento. Es una señal, una más, de que las autoridades económicas de los países industriales esperan, quieren, volver a una etapa de tipos de interés más acorde con las medias históricas, es decir más altos.

Esta larga etapa de tipos bajos se ha producido dentro del euro, pero no siempre se ha debido a éste. En los últimos años, el BCE, junto con todos los bancos centrales de los países desarrollados, han inyectado liquidez y comprado activos para evitar la deflación, causada por la gran recesión de 2008. Es decir, no ha sido el mercado con su juego de oferta y demanda sino una masiva intervención pública la que ha regalado a los deudores bajos tipos de interés, incluso negativos, a costa de los acreedores -la llamada represión financiera- creando en el camino nuevos riesgos de burbujas.

El bien superior que justificaba esta actuación pública era evitar la deflación, con ella males mucho mayores y duraderos. El período entre 2016 y 2017 es desde todos los puntos de vista el momento de la superación de la crisis en la economía mundial.

Los bancos centrales, empezando por la FED, han empezado a subir tipos. Esta gran rotación busca no sólo dejar al mercado funcionar, sino también recuperar margen de maniobra para la política monetaria antes del final del ciclo, que en EE UU es ya unos de los más largos.

No obstante, esta misma semana la inflación en Reino Unido ha descendido pese a una devaluación de la libra, del 12% desde la victoria del sí en el referéndum del Brexit, en los mismos días el diferencial del bono a diez años español con el alemán ha bajado de 100 puntos por primera vez en siete años, mientras el tipo de interés alemán subía.

Aunque estos sean hechos coyunturales también nos indican que las perspectivas de inflación son bajas en todos los países industriales, donde tradicionales correlaciones como el pleno empleo con las subidas salariales no se están produciendo. Las empresas de los países industriales están llenas de liquidez, la economía mundial tiene exceso de ahorro con respecto a la inversión, los precios de las materias primas están bajos, la longevidad de los ciudadanos les hace más ahorradores, la inversión en intangibles es la que más crece sin que el sistema bancario sepa cómo financiarla y valorarla.

En estas condiciones, qué podemos esperar del futuro de los tipos. Los bancos centrales quieren normalizar los intereses, pero el futuro al que vuelven es bien distinto del pasado. Desde que el banco central de Nueva Zelanda, en los 1980, puso como objetivo de su política monetaria la inflación está regla ha sido adaptada por todos los bancos centrales. Los resultados han sido desde luego el éxito de reducir los precios en todas las economías con bancos centrales independientes, hasta el punto que las expectativas de inflación de sus poblaciones reflejan una sólida confianza en la estabilidad de precios. El inmediato futuro, al menos en las economías desarrolladas, parece no ya libre de presiones inflacionistas sino incapaz de superar lo que se ha definido como estabilidad de precios, el 2% más o menos.

En estas condiciones, la gran rotación no parece que pueda llevar a significativas alzas de tipos, menos en la Eurozona, con una moneda en proceso de apreciarse. Además, el anunciado abandono de la compra de activos (QE) reducirá el efecto riqueza en los inversores de mercados financieros.

¿Qué podemos esperar a efectos prácticos?

Si los bancos centrales hacen caso a las necesidades del sector bancario, los préstamos hipotecarios no estarán por debajo del 4% o 5% para poder generar beneficios.

Pero si los clientes se fijan en los tipos reales, descontada la inflación, pagar 3% o más de intereses reales solo se entendería si se espera una fuerte subida de los precios futuros de los pisos, lo que en España depende mucho de dónde.

El actual auge del mercado de alquileres parece responder a este análisis. Con inflaciones bajas la capacidad de los bancos centrales de subir tipos estará muy limitada, del sector bancario de repercutirlos dependerá de los niveles de competencia en los mercados nacionales para la financiación de empresas y familias; pero lo que ya sabemos es lo que los economistas llaman el tipo natural de equilibrio se ha reducido en la crisis, lo que tiene efectos reales no sólo teóricos.

El siguiente cambio de ciclo bien puede encontrar a los responsables monetarios sin mucho margen para bajar intereses, entonces la compra de activos volverá a ser una alternativa que se mire como se mire es una profunda intromisión pública en el funcionamiento del mercado, que además beneficia a la inversión pero no a los sueldos razón principal del actual debate sobre la desigualdad. El futuro va a ser muy distinto, empezando por la intervención del Estado en la economía.