Este año, a expensas todavía de lo que suceda en las próximas tres semanas, el título a la mejor inversión del año se la llevará el bitcoin, que ha pasado de cotizar desde los 1.000 dólares a 16.000 y subiendo.
Según se acerca el final del año es costumbre hacer recuento de lo mejor y lo peor acaecido en los últimos 12 meses, juicio que tiene a menudo mucho de subjetivo. Este año, a expensas todavía de lo que suceda en las próximas tres semanas, el título a la mejor inversión del año se la llevará el bitcoin, que ha pasado de cotizar desde los 1.000 dólares a 16.000 y subiendo. Una moneda no emitida por ningún Estado, sin activos físicos que la respalden, con nueve lánguidos años de vida, carente de todo control, en seis meses ha producido las mayores ganancias a sus inversores que cualquier otro activo.El bitcoin es una revolucionaria forma de dinero digital, que permite transacciones de manera descentralizada, sobre todo en Asia. Puesta en marcha apócrifamente a través de la Red, con una emisión controlada por sus desconocidos creadores, se dispara en un momento concreto: cuando se está produciendo la primera recuperación mundial en diez años, lo hace de forma generalizada -con solo 14 países en recesión según el Fondo Monetario Internacional (FMI)- pero también cuando las inmensas inyecciones de liquidez de los principales bancos centrales están tocando a su fin, sin que las Bolsas o el valor de los bonos reaccionen a la baja desde sus actuales niveles históricos y sin que la volatilidad se haga presente. Los 20 billones inyectados en compras de activos por parte de los bancos centrales han depreciado el valor de las monedas al inflar el de los activos que se compran con ellas.
El final del actual ciclo económico, sobre todo en Estados Unidos, se anuncia teóricamente inminente pero la realidad no lo demuestra. Las preguntas se amontonan: ¿qué pasa con la relación empleo-inflación?, ¿por qué los precios de los activos, bonos y acciones, desafían su histórica relación con las subidas de tipos?, ¿a qué nivel tiene que caer el desempleo en EE UU o Alemania para que suban los salarios?, ¿qué armas tendrán las autoridades monetarias en la próxima recesión? La confianza en el oro no se está manifestando como inversión refugio; el precio del riesgo está bajo mínimos; las autoridades japonesas o suizas manipulan el valor de sus monedas, como lo hacen las chinas; la falta de ahorro en Norteamérica provoca que se mantenga su déficit exterior crónico, lo que debilita al dólar; el euro solo no puede apreciarse mucho sin que aparezcan los miedos sobre su supervivencia. Pero además ¿qué respalda de verdad a las monedas soberanas con deudas públicas superiores al 100% de su PIB, sistemas de pensiones públicas crecientemente deficitarios y poblaciones envejecidas con baja natalidad?
¿Por qué entonces no será el momento de una moneda virtual, amorfa, privada, no regulada? Se nos dice que es especulativa, pero no mucho más que los precios de unos bonos públicos sostenidos por las compras de sus bancos centrales, lo que John Authers califica de “la burbuja en todo”. Asimismo, ¿qué no es especulativo en la economía financiera? La capitalización bursátil de cinco empresas tecnológicas vale más que toda la Bolsa alemana, la cuarta economía y el primer exportador mundial (Apple, Facebook, Amazon, Netflix y Snapchat). Argentina emite bonos a 100 años con sobresuscripción. De forma generalizada, el Estado no ha respetado las leyes del mercado para salir de la crisis financiera de 2007, dando espacio para nuevas creaciones del tipo del bitcoin. Desde luego, la moneda es algo más que un instrumento de pago, todas ellas tienen un componente de señoreaje estatal. Fueron y son una de las innegables muestras de la soberanía nacional. Es cierto que la creación de liquidez, de dinero es desde hace mucho tiempo una función más del sector bancario privado que de los bancos centrales estatales. Esto nos llevaría a pensar que el bitcoin es un paso más en esa dirección, pero los bancos privados están sometidos a regulaciones, que no hacen sino aumentar. Algunos piensan que el reciente Basilea III es una clara apuesta regulatoria para que los bancos presten menos. El Estado no quiere más facturas multimillonarias en la siguiente crisis bancaria, pero el mismo Estado necesita los recursos fiscales que genera el crecimiento, como también el crecimiento necesita financiación. Los ahorradores de los países industriales se quejan de los bajos tipos de interés impuestos por los bancos centrales para salir de la crisis. Si los tipos suben con la recuperación, junto con una regulación restrictiva para el nuevo crédito zonas enteras de la economía real se quedarán sin financiación. ¿Será el bitcoin una alternativa de crédito además de una inversión especulativa?, ¿será una nueva moneda mundial privada? Los reguladores siempre creen que tiene todo bajo su control, pero casi nunca es así. Lo que sí parece es que la cadena de bloques (blockchain) es ya una valiosa innovación financiera.
La propia directora gerente del FMI, Christine Lagarde, apuntaba hace unas semanas, en una conferencia en el Banco de Inglaterra nada más y nada menos, que habíamos visto demasiadas cosas en la economía mundial como para descartar totalmente el bitcoin. Iba aún más lejos al señalar que podría ser una alternativa para los países de moneda débil, en vez de dolarizarse. Es cierto que el bitcoin es un instrumento eminentemente especulativo, pero no sometido a los avatares de una economía nacional concreta, por muy grande que esta sea. Esta supuesta despolitización le puede hacer muy atractivo, lo que por otro lado augura una férrea resistencia de los Estados, que no quieren competencia en su monopolio de monedas. Una reacción más que posible sería poner en circulación monedas digitales por parte de los bancos centrales. De momento ya sabemos que este 2017 es su segundo repunte hacia los cielos, el primero fue en 2013 cuando llegó a revalorizarse por encima de los 1.000 dólares, para luego volver a caer. Las burbujas no indican que los bienes afectados no vayan a tener un futuro brillante, es solo un desequilibrio de precios en un momento determinado. La burbuja tecnológica de 2002 no ha impedido que hoy las principales empresas bursátiles sean tecnológicas. La aceptación del bitcoin en el mercado de futuros de Chicago, con dos empresas solicitantes CME Group y Cboc Global Markets, ha sido el pistoletazo en esta ocasión. Japón también autoriza su comercio. Aunque sea bueno recordar el famoso consejo de Warren Buffet, conocido como el oráculo de Omaha: “no compro lo que no entiendo”.
Pero el bitcoin responde a otras necesidades, algunas menos edificantes. La lucha contra la financiación del terrorismo, el crimen organizado y la evasión fiscal han avanzado notablemente desde el 11 de septiembre 2001. El concepto mismo de paraíso fiscal está desapareciendo, o al menos reduciéndose rápidamente. Una moneda no regulada, que se mueve a través de la red, puede ser muy opaca al Fisco u otras autoridades. En este sentido, el presidente del Banco Central de Australia (RBA), Philip Lowe, decía esta misma semana que era una “manía especulativa”, especialmente atractiva para la ilegalidad. En todo caso, si el bitcoin resultara una burbuja, sería la mayor de la historia.